martes, 28 de marzo de 2023

Petróleo

José Dionisio Solórzano


La locura del petróleo no es nada nueva; lastimosamente la bonanza del llamado “oro negro” trae consigo el despertar de la codicia, y el resurgir de las más oscuras apetencias de propios y extraños.

Cuando brotó ese crudo del subsuelo venezolano, la historia de este país cambió. El germen de la corrupción – que yacía en el alma del venezolano desde la Colonia– tomó aún más cuerpo y se expandió con una vertiginosa rapidez que infectó todas las ramificaciones del Estado.

Sólo el general Juan Vicente Gómez tuvo la inteligencia de usar el dinero para el bien de la nación, pues con ese primer boom petrolero su administración pagó la deuda externa nacional y emprendió un proceso de modernización del país (vías públicas, servicios básicos, constitución de las Fuerzas Armadas, y más).

Venezuela se enriqueció de la noche a la mañana, pasamos de ser un país agrícola, pobre y luchadora, a posicionarnos como una de las Petro-Naciones que irrumpían en la escena mundial con una billetera enorme.

Sin embargo, el precio del petróleo siempre tuvo alto-bajos, lo cual era un indicativo que era una riqueza fugaz, caprichosa y sujeta a muchos cambios, de acuerdo a la movilidad del mercado internacional.

El segundo boom llegó cuando el señor Carlos Andrés Pérez ocupaba, en su primera ocasión, la Quinta de Misia Jacinta. Fue tal la cantidad de dinero que no sabían qué hacer con él, y la decisión de la gestión de entonces fue optar por lo más sencillo: ¡Despilfarrar todo!

Carlos Andrés Pérez dijo que había que “administrar la riqueza con criterio de escasez”, no obstante terminó administrando la riqueza con escasez de criterio; pues la cosa fue terrible, y la corrupción se terminó de institucionalizar.

Pasaron los años y llegó el gobierno de Hugo Chávez Frías, quien eliminó el “Estado dentro del Estado”, en lo cual se había convertido la industria petrolera, pues no podemos olvidar que los jefes de PDVSA se creían superiores a la Presidencia de la República; era la enfermedad del ego en su máxima expresión.

Con Chávez llegó un tercero y gran boom petrolero, superior a todos los anteriores. Esa enorme cantidad de recurso en manos de algunos actores poseídos por la inmoralidad era la viva descripción de aquel adagio popular de “zamuro cuidando carne”.

Fue así que sucedió los escandalosos hechos de entramados de corrupción que hemos presenciado en los últimos años, por ejemplo el caso de Rafael Ramírez y ahora el de los allegados a Tareck El Aissami.

La corrupción en PDVSA no es nueva, sin embargo jamás había llegado a los niveles actuales. ¡Entonces! ¿Qué hacer con la empresa estatal? Es justo aquí donde el planteamiento de María Corina Machado toma fuerza, es decir, la privatización de la misma.

Si una empresa del Estado no está dando frutos o su permanencia en manos estatales es semillero de problemas como los que ocurre en PDVSA, es menester hacer algo. Por ejemplo, hacer como lo que está haciendo el presidente Nicolás Maduro con el tema de Monómeros, luego que Juan Guaidó la quebrara, es decir, negociarla y listo.

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