Por José Dionisio Solórzano
Opinión-. Es fascinante estudiar el comportamiento humano; es maravilloso evaluar como el hombre actúa en momentos difíciles, como se desenvuelve y qué herramientas utiliza en su búsqueda por sobrevivir en un momento álgido.
Por ende, dedicaré
este artículo a las etapas de la derrota, basado en el ambiente político.
Durante años he
estado – y analizado – diversos comandos de campaña de candidatos a cargos como
alcaldes, gobernadores, presidentes; y en todos emergen características símiles
en sus etapas.
Sin embargo, sólo
hablaré, en este particular, sobre la derrota.
La primera etapa
de la derrota es la negación.
Quienes
conforman un comando de campaña niegan que estén perdiendo. Tercamente,
rechazan la posibilidad de no tener éxito en sus esfuerzos.
La segunda etapa
es la ilusión sin lógica.
Empiezan a
reconocer que las cosas no están bien, no obstante, siembran sus esperanzan en
un “cisne negro”, en un movimiento salvador, en una estrategia mágica que le
“dará la vuelta al partido”.
Tercera etapa es
la culpa.
Comienzan los
señalamientos, la búsqueda de culpables. Todos se acusan entre todos; la
campaña se vuelve una guerra, no contra el adversario sino a lo interno.
El cuarto nivel
es la ira.
Los comandos
perdedores – o que se sienten como tales – suelen optar por la agresión, por la
ira. Se vuelven estructuras violentas.
Sus acciones de
campañas se convierten en desahogos de su frustración. Así, cuando un futbolista se le acaba el
tiempo y se desespera porque va abajo en el marcador, y empieza a jugar más
rudo, más desesperado, más irracional.
Última etapa, la
salvación.
Muchos de los
que integran el comando de campaña que posee signos de derrota, se van separando
de éste e inician un proceso de “salvación”.
Es decir, buscan
acomodo en otras opciones con mayores posibilidades de triunfo. La
sobrevivencia del más apto, del más “astuto”.
He aquí que se
articula procesos psicológicos de autoprotección.
El ser humano –
por lo general – huye de las derrotas y se aparta de quienes sufren este fin;
de allí la famosa frase: “las derrotas son huérfanas”.
Ahora, ¿qué
comando, en la actual campaña electoral, está sufriendo estas etapas? Sin duda,
los síntomas psicológicos emanan del comando de campaña de Antonio Barreto
Sira.
Sus integrantes
saben que el aspirante a la reelección está perdiendo de calle la contienda;
pues, su opción no entusiasmó, no articuló y no inspiró.
Actualmente,
quienes votan por Antonio María lo hacen por dos razones: Resignación (por la
tarjeta de la manito), o por Obligación (ya que quieren votar por un candidato
a alcalde que sí les agrada).
Conclusión: Una
campaña como la de Barreto Sira vacía de argumentos, huérfana de ideas, y sin
“alma” está condenada al fracaso; y eso se respira, eso se siente, incluso
entre quienes forman parte de su equipo de campaña.
¡Para mí el
guarapo dulce, el café amargo y el chocolate espeso!
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