Por José Dionisio Solórzano
Cogito ergo sum-. Venezuela está hundida en una crisis económica,
social, política – y ahora de salud pública – que data de 20 años de
antigüedad; sin embargo el verdadero problema nacional es la guerra ideológica
que se libra silentemente en su interior.
Sí, queramos o no admitirlo, el
país está en medio de una guerra de concepciones y pensamientos. Desde 1999,
con el arribo de Hugo Chávez al poder, se inició en la nación una pugna de
poder entre dos facciones irreconciliables: El marxismo cultural y el
conservadurismo moral.
Quienes han estado en el uso del
poder por más de dos décadas vienen ejecutando un plan de desculturización y de
eliminación de los valores nacionales. La moral colectiva, la ética pública, la
esencia misma del venezolano han sido reemplazados por la nueva concepción del
«hombre nuevo» del socialismo.
Y ¿por qué razón los valores
occidentales, cristianos y venezolanistas no han ganado espacio en esta lucha
de años? La respuesta es simple, aunque incomodará a más de uno, pues no se ha
logrado conquistar más espacios en esta batalla ideológica porque en el bando
democrático abundan los nostálgicos del marxismo moderado que – incluso – han
dirigido a la oposición.
¿Cómo pueden vencer a aquello –
que en el fondo – idolatran? Muchos de los grupos que hacen vida en la
oposición son socialistas igual que aquellos que están en el poder; las
diferencias son mínimas, más de formas que de fondo, son divergencias que al
final no generan cambios profundos en la vida nacional.
No obstante, en la oposición
venezolana sí existen sectores que representan la antítesis del modelo
gobernante venezolano; sí existen factores que encarnan esa Venezuela digna,
moral y buena que se debe rescatar con la mayor prontitud posible.
Todo esto indica que la guerra
ideológica venezolana no se limita entre la dicotomía entre izquierda o
derecha, entre Gobierno y Oposición, sino que dentro el mismo seno de los
sectores democráticos se libra esta batalla, pues en el centro de las
plataformas democráticas – llámese Frente Amplio, Mesa de la Unidad Democrática
o la antigua Coordinadora Democrática – persiste un bloque entre marxistas (de
menor dogma y conservadores y nacionalistas).
Esta misma puja interna la vivió
el partido gobernante cuando solía llamarse Movimiento V República, pues en aquellos
días dos grupos se disputaban el control: civilistas (izquierda marxista) y
militaristas (más a la derecha), al final los primeros se impusieron e
iniciaron un largo período de socialización de la vida venezolana.
Frente a esta realidad, soy de los
que cree necesario una unión entre liberales (en su concepción europea),
demócratas cristianos, nacionalistas y sectores conservadores nacionales que
permitan el relanzamiento de un gran movimiento venezolanista que alce las
banderas ideológicas contrarias al socialismo y al marxismo, en cualquiera de
sus presentaciones y/o colores.
Es decir, un grupo donde
demócratas cristianos (centro-derecha), liberales (derecha económica),
conservadores (derecha moral y política) y grupos nacionalistas puedan crear un
solo programa de acción política y una sola estrategia que le presente a la
nación una «tercera vía».
Una tercera vía que les diga a
los venezolanos que «el cambio es por aquí».
¡Para mí el guarapo dulce, el
café amargo y el chocolate espeso!
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