Por José Dionisio Solórzano
Cogito ergo sum-. La vida económica venezolana gira alrededor de la
moneda del «imperio», aquí no hay quien no pregunte — a cada rato — ¿a cómo
está el dólar? Todos usan, de una forma
u otra, las divisas para sobrevivir en medio de la peor hiperinflación de la
historia de América Latina.
Aquí todos están cobrando en
divisas, ya sea el albañil o el doctor. Aquí cada quien ajustó sus honorarios
para poder adaptarse a una realidad meramente caótica y sin solución a la
vista.
El signo monetario nacional, es
decir el bolívar, quedó para dar vuelto, para completar los céntimos de dólar o
sencillamente para pagar el pasaje del autobús o la caja Clap, para
absolutamente nada más.
El bolívar, ya sea
"Fuerte" o "Soberano", no vale nada en el mercado real de
la actualidad, aquella moneda que fue realmente sólida — aquella del billete
marrón de Bs. 100 o el de la «orquídea» — quedó como una pieza de museo, para
no decir otra cosa.
La dolarización de la economía
venezolana es un hecho que nadie puede desmentir; lo único que no está dolarizado
son los sueldos oficiales. El gobierno, tal vez por recelo ideológico, no ha
querido admitir la realidad que circula, en billetes verdes, por las calles de
toda Venezuela.
Las empresas privadas
sobrevivientes — antes de la pandemia — ya habían adaptado la modalidad de
«bonos especiales» en divisas para mantener a sus equipos técnicos y
profesionales sin la tentación de irse a trabajar por su cuenta y obtener más
ingresos por esa vía.
Los venezolanos — más que nunca
en su historia — han aprendido a rebuscarse, e incluso en tiempos de pandemia
han roto los esquemas para reinventarse y encontrar soluciones a una crisis que
ahoga hasta el más pintado de los seres; y es por esto, que la situación social
no se ha deteriorado con mayor rapidez.
Esta dolarización de hecho ha
traído consigo varios fenómenos y prácticas, ya lamentablemente comunes por la
viveza criolla, que nos está matando tanto como las políticas gubernamentales.
Primero, un fenómeno como el del alto nivel de circulante de divisas que produjo
una inflación en dólares, exclusiva para la economía venezolana.
Es tan cierto esto, que mes a mes
los dólares que el venezolano promedio consigue con esfuerzo le rinden menos.
Cada mes compra menos y tiene que gastar más, es decir, que los venezolanos en
un año logramos lo que los gringos no han podido en 200 años, es decir,
devaluar el dólar.
Y, una de las prácticas indebidas
que estamos observando es la desaparición, por arte de magia, del sencillo en
dólares. Desde hace rato no se encuentra un billete de $ 1 y poco a poco está
sucediendo lo mismo con el de $ 5, y frente a ello los comerciantes — formales
e informales — están obligando a sus clientes a gastar la totalidad de su
billete de 10, 20 o hasta 50 dólares en su negocio, ¡Inaudito!
Sin duda, esto solo pasa en
Venezuela.
¡Para mí el guarapo dulce, el
café amargo y el chocolate espeso!
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