Por José Dionisio Solórzano
Cogito ergo sum-. Tal vez, en esta ocasión, sea criticado y echado
al lodazal de la calumnia, sin embargo serviré como algo así como el abogado
del diablo. En las siguientes líneas quisiera hacerme referencia al
nombramiento del nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE) y, puntualmente a la
figura del nuevo rector Rafael Simón Jiménez.
Quisiera empezar por aclarar que
no conozco en persona al integrante del Directorio del órgano electoral, así
como tampoco conocí a Luis Emilio Rondón (hijo) o a Vicente Díaz, antiguos
ocupantes de una silla en el Poder Electoral venezolano. Sin embargo, la
percepción que tengo de Rafael Simón Jiménez es positiva.
Como figura pública ha mantenido
una posición firme y consecuente. Mi primera memoria sobre él viene de los
tiempos de los inicios de Hugo Chávez y su, en mala hora, primera elección
presidencial.
En aquellos días Rafael Simón
Jiménez, paisano del entonces presidente, formaba parte de aquel equipo que
había irrumpido en la vida nacional haciéndose con el poder.
No obstante, no tardó el ahora
rector en abrirse y marcar posición ética con relación a las actuaciones de Chávez. Se distanció de
ese modelo y constituyó su propio partido político: ¡Vamos! Desde donde empezó
a exteriorizar con más fuerza su oposición al Gobierno nacional.
Posteriormente, el Partido Vamos
se disuelve y se pliega a Un Nuevo Tiempo (UNT). Por mucho tiempo, puedo
recordar ahora, al señor Rafael Simón Jiménez ofreciendo declaraciones o
aceptando invitaciones en programas de Tv y Radio donde exponía con claridad su
desacuerdo con el régimen imperante en Venezuela.
Con elocuencia, gracias a su
conocimiento personal de Chávez, no gracias a la arena política sino por sus
vinculaciones de coterráneos barinés, y por su notorio dominio de la historia,
el nuevo rector siempre tuvo una frase idónea o una idea clara para categorizar
y criticar al Gobierno.
Rafael Simón Jiménez, en su
oportunidad, aceptó el reto de competir por la Gobernación de Barinas,
roncándole en la cueva a la dinastía de los Chávez Frías en ese enclave entre
los llanos y el occidente de Venezuela.
Ahora bien, si en el pasado
participé, en mi calidad de elector, con un CNE con la presencia de Vicente
Díaz, que es meritorio reconocerle su papel de defensor de la legalidad y el
debido proceso; si en el pasado voté con un Luis Emilio Rondón que muy poco
sabía de él y que sus posiciones fueron bien timoratas en comparación con las
de Díaz. Entonces, porque no darle un voto de confianza a Rafael Simón Jiménez
como vicepresidente del CNE.
La vida me ha enseñado a pensar
muy bien antes de hablar, o en este caso antes de escribir. Y después de
meditarlo mucho, después de sopesarlo detenidamente, sería injusto que juzgase
de inmediato al nuevo rector. Como venezolano pongo mis esperanzas en su
firmeza, en su ética y su compromiso con Venezuela. Espero que no nos defraude.
¡Para mí el guarapo dulce, el café
amargo y el chocolate espeso!
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