Por José Dionisio Solórzano
Cogito ergo sum-. Desde hace algún tiempo ha emergido dentro de las
sociedades de Occidente una tendencia de derecha que ha venido ocupando
espacios de poder y transformando las maneras de hacer política.
Los liderazgos de Matteo Salvini
en Italia, Marine Le Pen en Francia, Santiago Abascal en España, de Viktor
Orbán en Hungría, de Jair Bolsonaro en Brasil y Donald Trump en los Estados
Unidos, dibujan una realidad que no puede ser negada en ningún análisis
político, sociológico o comunicacional que se efectúe.
Además, si me permiten, yo
sumaría a esta lista el caso de Vladimir Putin y de Recep Tayyip Erdoğan, tanto
en Rusia como en Turquía, así como la derecha de Grecia, que se empoderó
gracias al colapso de un sistema viciado que llevó al emblemático e histórico país
a la quiebra financiera.
Ahora, la pregunta: ¿Por qué los
países de Europa y América parecieran estar inclinados hacia liderazgos de
derecha nacionalistas? A continuación mi visión del tema.
Por muchísimas décadas, después
de la Segunda Guerra Mundial, se inició una campaña político-comunicacional en
contra de lo que significaban los nacionalismos, y su perjudicial efecto en las
sociedades.
La “Meca” del cine mundial se
transformó en un aparato de propaganda efectivo para condenar los nacionalismos
y para ensalzar la lucha en contra de todo aquel que sea acusado de extremista
de derecha. Sin embargo, toda estrategia tiene un agotamiento por el paso del
tiempo.
Las nuevas generaciones hastiadas
del contubernio del status quo, y del radical fracaso del comunismo, ha optado
por "echarle un vistazo" a las ideas de aquellos "demonios"
de los nacionalismos. Los jóvenes, y los no tanto, han querido oír las razones
de la reacción y se han sumado a sus motivos.
Desde la óptica comunicacional
los liderazgos de derecha han nacido como una alternativa firme y totalmente
diferente a la yuxtaposición socialdemócrata-socialcristiano o
liberal-conservador; aparecen con formas nuevas de hacer política y sobre todo
con un mensaje renovado y posiciones diferentes y razones bien planteadas.
Mientras que en España, por
ejemplo, el Psoe de centro-izquierda y Podemos más a la izquierda coinciden con
el centrista Ciudadano y con la centro-derecha del Partido Popular alrededor de
temas como el feminismo o la identidad de género, nace Vox quien plantea el
debate y hace cara a los diversos temas con otro punto de vista. Sin dudas un
fenómeno innovador y atrayente.
Cuando Donald Trump en las
primarias republicanas de hace cuatro años dijo: "yo hablo inglés, porque
ese es el idioma de mi país", marcó distancia con todos sus oponentes
quienes luchaban entre ellos para saber quién mejor hablaba el castellano. El
resultado fue que el norteamericano promedio aplaudió la lógica de Trump y
aborreció a los demás.
Orbán, con su discurso vehemente
y tajante, ha dicho que los "liberales son socialistas pero con
dinero" y afirmó que los "refugiados son una invasión silente",
con lo cual rompió con las políticas de Bruselas con relación al caso de los
emigrantes y así ganó millones de adeptos.
Los líderes nacionalistas manejan
un discurso más directo, más comprensible y más dinámico. Sus mensajes son
sencillos, ubican con rapidez al "enemigo", tienen una esperanza que
ofrecer y saben exteriorizar la voz de muchísimas personas que estaba en
silencio ante el peso de lo políticamente correcto en la opinión pública.
En América, los discursos
radicalmente opuestos al socialismo van ganando espacios y se posicionan con
rapidez en la opinión de millones electores que ven en las opciones
nacionalistas una salida a la crisis de sus respectivos países.
En conclusión, el nacionalismo
crece en nuestras sociedades y me pregunto ¿saldrá un líder nacionalista en
Venezuela?
¡Para mí, el guarapo dulce, el
café amargo y el chocolate espeso!
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