Cogito ergo sum-. Han pasado dos días emblemáticos dentro de la
historia de Venezuela, por un lado el 23 de Enero y por el otro el 4 de
Febrero, sin embargo los venezolanos comprendemos lo que en verdad significan
estas fechas.
El 23 de Enero de 1958 se
concretó el derrocamiento del régimen del General Marcos Pérez Jiménez, con
esto se inició la etapa civilista de la República y a la vez se truncó una
política de crecimiento y desarrollo que había experimentado la nación en la
última década.
A veces solo nos centramos en la
represión y opresión que significaba el régimen militar, no obstante el
gobierno de Pérez Jiménez fue un ejemplo de progreso, orden y exaltación de los
valores nacionales.
Durante 10 años, el modelo del
Nuevo Ideal Nacional trató de rescatar la línea evolutiva social planteada por
el Cesarismo Democrático, basamento sociológico y filosófico del régimen de
Juan Vicente Gómez que acompañó a las gestiones de los generales Eleazar López
Contreras e Isaías Medina Angarita, truncado éste por el denominado trienio
adeco.
El régimen de Pérez Jiménez
buscaba nuevamente enrutar a la nación en este camino que iba a preparar a los
venezolanos hacia la democracia, a través de un proceso de maduración y concientización.
Sin embargo, el sueño de libertad se impuso sobre la razón.
El 23 de Enero es, a la vez,
sinónimo de democracia y anarquía, es un éxito y un error; el 23 de Enero es el
inicio de las libertades públicas y el fin del crecimiento con orden y
responsabilidad. El 23 de Enero es una fecha para celebrar y, además, para lamentarnos.
Esta fecha, un modelo de progreso
se detuvo de golpe, una Venezuela decente, respetuosa y digna empezó a cambiar.
Y no solo fue una cuestión de militares o civiles, porque el primero que inicia
la anarquía social, con el Plan de Emergencia, fue el vicealmirante Wolfgang
Larrazábal.
El 23 de Enero fue un día de
dicotomías y de bifurcaciones, en cambio el 4 de Febrero solamente fue un día
de desolación, tristeza y del comienzo de una caída larga y profunda para todos
los aspectos nacionales.
Si el régimen de Pérez Jiménez
basó su objetivo en el crecimiento físico de Venezuela y en la madurez social
del pueblo; el régimen de Hugo Chávez fue directamente a envenenar la
consciencia colectiva, dividir a los venezolanos y edificar una sociedad de
corruptos y sinvergüenzas.
El 4 de Febrero encarnó la
elevación de una nueva logia militar, esta vez no centrada en el bienestar de
la patria sino en un resentimiento social arraigado y profundizado por largos
años de adoctrinamiento socialista dentro de los mismos cuarteles.
Los demócratas de los años 60,
70, 80 y 90 fueron descuidando el mundo castrense; el sentimiento democrático
entre los militares, quienes eran una de las instituciones más respetadas entre
los venezolanos, fue minimizándose y dando paso a una anatomía castrense muy
distinta, con muy poco compromiso con el modelo producido desde el 23 de Enero.
El 4 de Febrero no fue un
movimiento cívico-militar, como la propaganda lo ha vendido, no. El 4 de
Febrero simplemente fue un golpe militar fracasado, pero poseyó una
consecuencia al visualizar de forma poco estratégica, para el gobierno
democrático, a los golpistas quienes fueron inmediatamente endiosados.
El 4 de Febrero al igual que el
23 de Enero simbolizan una ruptura. Los hechos del 1958 fueron una mezcla de
dulce-amargo para los venezolanos, mientras el 4 de Febrero es la hiel en su
máxima expresión, este día muere la libertad y nace la opresión sin orden,
muere la democracia y nace un sistema amorfo, sin moral, sin restricciones, sin
consciencia clara entre el bien y el mal.
Los venezolanos tenemos, de una
vez por todas, que asumir las fechas por lo que en verdad representa. El 23 de
Enero debe ser un día para la reflexión colectiva, para el razonamiento
exhaustivo de nuestra realidad como nación, y el 4 de Febrero debe ser
concebido como un día de duelo nacional por la muerte de tantos venezolanos ese
día y por la muerte dual de la libertad y el orden.
¡Para mí, el guarapo dulce, el
café amargo y el chocolate espeso!
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