Por José Dionisio Solórzano
Cogito ergo sum-. Les confieso algo, previo a iniciar este artículo
tenía muchas ideas y a la vez no tenía ninguna clara para desarrollar en la
presente columna. Y, ¿qué pasó? Llegaron a mi oficina un grupo de damas a
solicitarme apoyo para un evento que realizarán en rechazo a “todo tipo de violencia contra la
Mujer”, el cual apoyaré, y en medio de la conversación surgió un tema
escabroso, aunque no tanto en Venezuela, como es el discurso de la “Identidad
de Género”.
Y justo de ese tema quiero hablar
en las próximas líneas. Primero, el término de Identidad de Género no existe;
los seres humanos no tenemos géneros, sino que tenemos sexo. Y, para dejarlo
aún más claro, solo existen el sexo femenino y el sexo masculino.
A pesar del afán de algunos en
darle sentido biológico a una diversidad que no existe, pues nacemos hombre o
nacemos mujer, se ha realizado una construcción social que se denomina “La
ideología de género”, la cual es plenamente antinatural.
El género es un concepto
fabricado, mientras el sexo es un el resultado de la evolución de la humanidad,
es el punto de formación biológica de nuestra genética, de la unión de células
y la aparición de determinadas hormonas.
Cuando los defensores de la
Ideología de Género atribuyen a principios culturales la concepción de hombre y
mujer, cometen un error. No se trata de ramificaciones o expresiones
culturales, se trata de un resultado 100% biológico de la humanidad.
Algunos afirmarán que la
Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Unión Europea (UE) acuñan estos términos y por lo tanto son ciertos; lo
cual es una soberana ridiculez. Muchos
entes internacionales están dominados por los generadores de esta neocultura de
la destrucción de la sociedad, que proponen la ruptura de lo natural para que
reine la anarquía social, moral y humana.
Además, la conceptualización de
la Identidad de Género y su propagación, peligrosamente desatada en muchísimos
sistemas educativos de América y de Europa, están teniendo un impacto sobradamente
negativo en la salud mental de nuestros jóvenes.
Permítanme aquí hablarles como estudiante
de psicología y citar un estudio publicado en el Journal of Adolescent Health,
el cual fue realizado en Boston en el 2015, donde se comparó los historiales
clínicos de 180 jóvenes transexuales con otro grupo de jóvenes no transexuales.
En dicho trabajo se llegó a unas
conclusiones abrumadoras. Veamos pues: “Los transexuales tenían una
probabilidad de dos a tres veces mayor de sufrir trastornos mentales,
depresión, ansiedad, pensamientos suicidas e intentos de suicidio y también
autolesiones” todo esto en comparación con aquellos que no eran transexuales.
Dicho trabajo afirma que “después
del cambio de sexo, las personas con transexualismo tienen riesgos notablemente
más altos de mortalidad y conducta suicida”.
Ahora bien, ¿por qué sucede esto?
Primero porque decimos que la transexualidad es natural, que es “una cuestión
de género”, sin embargo cuando una persona da el paso luego será presa de una
serie de consecuencias emocionales y psicológicas que pondrán su vida en
riesgo.
Para terminar, es menester que
eliminemos el uso del término “género” así como todos sus derivados, e
iniciemos un proceso de rescate de los valores morales y del respeto a la
biología humana. Solo así salvaremos vidas y conservaremos la razón sobre el
fanatismo de una ideología antinatural.
¡Para mí, el guarapo dulce, el
café amargo y el chocolate espeso!
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