Cogito ergo sum (@jdsolorzano)-. Sé que muchos detestan ver hacia
el pasado y mirar lo que fuimos en el ayer. Algunos lo odian porque desprecian
lo que fuimos como venezolanos, y otros lo hacen porque simplemente no soportan
la melancolía.
Lo cierto, es que en el pasado
con sus errores y acierto, la política venezolana era conducida por políticos
con noción de país, con pensamiento claro y con consciencia firme.
Don Rómulo Betancourt: Se
caracterizó por ser un dirigente político vetusto, con una inteligencia y
astucia innata, curtido en la lucha de mil plazas públicas, con una concepción
precisa de la sociología del venezolano, y con un espíritu de trabajo
incansable.
Rafael Caldera: Era culto, con
autoridad intelectual, con uno de los mejores olfatos políticos del país, padre
de la alternabilidad democrática y líder de la democracia cristiana venezolana,
un capitán de la ética pública y de la moral cívica.
Jóvito Villalba: El verbo hecho
hombre; el mayor orador de su tiempo. Un bregador público que nunca se amilanó
y que siempre estuvo de pie dando lo mejor de sí.
Beltrán Pietro Figueroa: Un dirigente
de pueblo que entendía al pueblo, un actor político inteligente y constante,
fiel a sus criterios y de su visión del mundo.
Arturo Uslar Pietri: Un
intelectual en la mayor expresión de la palabra, un hombre de letras que
entendió su responsabilidad social y nacional, que elevó un pregón permanente
para el crecimiento integral del pueblo venezolano.
Hombres como ellos no hemos
tenido después de sus respectivas desapariciones físicas. Cada cual con sus
tropiezos, con sus angustias, con la cruz de ser seres humanos, dejaron una
huella imborrable en el alma de los venezolanos y en los anales de la historia
nacional.
Actualmente, disculpen aquellos
que se sientan aludidos, carecemos de liderazgos macerados intelectual y
políticamente como aquellos prohombres que constituyeron la clase política de
la democracia venezolana en sus inicios.
E, igualmente ocurre con otro
aspecto de la vida pública venezolana.
Marcos Pérez Jiménez: Dirigió los
destinos del país en una época de oro para la nación, más allá de los debates
políticos del sistema imperante en la década del 50; el General fue
representación de ese nacionalismo positivista que dejó éxitos incuestionables
para el desarrollo nacional.
Wolfang Larrazábal: Pilar militar
para el nacimiento de la era cívica y democrática del país, bajo su
intervención, cesó el régimen anterior y Venezuela se abrió paso hacia una era
de civilidad, donde él despojándose de su uniforme se incorporó y actuó como un
venezolano más.
Y si nos vamos un poco más allá,
la imagen de Eleazar López Contreras, tiene una significación cada vez más
importante para Venezuela, él fue el tránsito del Gomecismo a un proceso
crecimiento, sostenido y permanente de democratización, sin renunciar a sus
postulados y de su firmeza de convicción.
Ojalá Venezuela vuelva a tener un
liderazgo civil y militar como los que adornó a la venezolanidad en los años
30,40, 50, 60 y 70 del siglo pasado.
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