Hay un viejo refrán que
dice: “quien siembra cosecha”, el cual recoge la sabiduría del tiempo y de la
vida, y ni hablar de la experiencia y de la esencia misma de la naturaleza.
Sin embargo, en este
momento en Venezuela tenemos que preguntarnos ¿quién está sembrando? Nadie en
este país le está metiendo el pecho al campo.
Tan solo unos cuantos
valientes se empeñan a seguir cultivando la tierra. Más allá de ellos, nadie
está sembrando y sin siembra no tendremos cosechas y sin éstas habrá cada vez
menos alimentos en la nación.
Esta es la tragedia que
atravesamos en este momento. El Gobierno nacional se encargó de arrancar de
raíz la capacidad productiva de nuestros campos; tan sólo unos pocos ganaderos
y agricultores han sobrevivido al pandemónium revolucionario que se ha
desatado.
Las expropiaciones de
fincas productivas, la toma de las pocas empresas que suministraban material para la siembra y cosecha, y el
acoso a los inversionistas en el área, han llevado a que los campos estén
despoblados y abandonados.
Para el socialismo la
repartición de la tierra entre el mayor número de campesinos es la meta más
importante, para ellos no es importante la productividad o el desarrollo
integral del sector, ellos sólo buscan revancha y retaliación.
No obstante, el hecho
que existan más campesinos dueños de sus tierras no es sinónimo a producción.
¿La razón? Sencillo, el campesino sólo produce lo suficiente para que él y su
familia puedan comer y algo más para vender, hasta aquí llega su visión.
El empresario del campo
concibe la producción de vegetales, granos o cereales como un negocio y
trabajará para generar cada vez más volumen y así llegar a los índices de
producción y ventas que él necesita para sostenerse y, aunque la izquierda lo
niega, los consumidores necesitan para balancear el mercado.
Cuando en el país se
permitía el desarrollo libre de la ganadería, llegamos a estar ubicados en el
décimo puesto a nivel mundial de animales de rebaño. Y es que, en aquellos años
90 los gobiernos de entonces no perseguían a quienes trabajaban y producían.
Hoy todo cambió. En este
momento no hay semillas para sembrar, mi pasto que darle al ganado. No se
obtienen fertilizantes o demás artículos para garantizar una mejor cosecha.
Todo está empeorando y no se ve ninguna rectificación en el camino.
Y la situación en el
campo no sólo se encuentra paralizada por la carencia de personas que trabajen
con visión la tierra, ni por la falta de insumos, sino que se agrava aún más
por la inseguridad que se profundiza en todos los sectores agrarios del país.
En el campo secuestran y
roban sin que nadie, absolutamente nadie, haga algo al respecto. Y, ni hablar
de aquellos que se dedican a robar las cosechas.
Sí, mientras unos sudan
en el campo para sembrar con esfuerzo, entre gallos y medianoche otros llegan a
llevarse el fruto de los sacrificios de los primeros.
Por esto, esta gestión
nacional lo único que ha sembrado es el desprecio de todo un pueblo que en este
momento se está muriendo del hambre. Porque sus políticas ni ayudaron a los
pequeños campesinos, destruyeron a los grandes, y dejaron las mesas de los
venezolanos vacías.
Y esto pasó, porque
pensaron que su estrategia de puertos les iba a durar para toda la vida. Los
precios del petróleo cayeron, los subsidios chinos no existen, y así condenaron
a la nación al caos.
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