Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. En todos
los escenarios es fundamental la reorganización después de diversas acciones
que no ayudaron a alcanzar los objetivos. Cuando las estrategias fallan y las
tácticas no lograron allanar el camino hacia las metas, entonces debemos
reorganizarnos y replantearnos todos los aspectos de nuestras actividades.
Es así en el mundo
militar, comercial y político. Cuando un general sobre sale es por su capacidad
de ingenio, adaptación y organización de sus filas, y así lo plantean los
grandes maestros del arte militar.
Igual ocurre en el
ámbito comercial. Los mayores empresarios son aquellos que avanzan, se detienen
y piensan cada una de sus jugadas en el resbaladizo terreno del comercio sea
local, zonal regional o mundial.
Y de esto no puede
escaparse la política. Cuando los políticos adelantan una estrategia con sus
tácticas y acciones, y al cabo de cierto tiempo siguen en la misma posición, deben
repensar los objetivos, los medios y los instrumentos que se han utilizado.
Este es el caso de la
Unidad venezolana. Desde hace 20 años se creó un grupo de factores que
combatieron al sistema gubernamental, a través de diversos medios y formas han
pretendido relevar a los representantes de ese modelo del poder y estos
objetivos no fueron alcanzados hasta ahora.
Y aunque somos
demócratas, y demos seguir siéndolo por encima de todo; los métodos cívicos
deben ser nuevamente replanteados y redefinidos.
Así como la extinta
coordinadora democrática tuvo que desaparecer al no poder alcanzar la
revocatoria del mandato de Hugo Chávez en el 2004, de esa misma forma la Mesa
de la Unidad Democrática (MUD), debe dejar de funcionar como hasta la fecha ha
funcionado.
La decisión de Acción
Democrática de separarse de esta instancia es lógica. Los demócratas tienen que
abrir sus alamedas y miradas y concebir otros medios pacíficos, cívicos y
constitucionales para lograr sus respectivos objetivos.
Debemos detener la
marcha. Pensar nuestras acciones y reorganizar nuestras fuerzas.
Se debe sopesar el nuevo
panorama social, político, económico e internacional que nos rodea. La fuga de
millones de venezolanos, que han emigrado a otros países representa un factor a
analizar, además de la carencia de cohesión monolítica en el seno del régimen.
Debemos reorganizar las
fuerzas civiles y civilistas de la nación. Los venezolanos no podemos seguir el
mismo camino que han llevado a la permanencia del actual régimen por casi dos
décadas en el ejercicio del poder.
La reorganización es
esencial; se deben aplicar nuevos métodos de acción política. No hacerlo es
rendirse sin mover un dedo.
Debemos seguir siempre
defendiendo la Constitución y las reglas de juego, a pesar que el rival non lo
haga, nosotros tenemos que seguir adelante enarbolando la ética y el trabajo
como estandartes de cambio.
La vinculación social de
los líderes con el pueblo llano debe ser más que retórica una realidad
incuestionable. He aquí una de las fallas hasta ahora de la dirigencia de la
Unidad.
Solo en pocos momentos
ha habido una sintonía real entre la oposición y los sectores más desposeídos
de la sociedad. Y, lo peor es que no hemos aprovechado la ruptura de la empatía
pueblo-gobierno, que desde antes de la muerte de Chávez ya venía
desquebrajándose.
Cambiemos nosotros, para
así cambiar a Venezuela.
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