jueves, 26 de julio de 2018

Batas en protestas


Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-.  Desde hace mucho tiempo nos hemos acostumbrado a ver a los médicos en franca protesta por el deterioro sostenido del sistema de salud nacional. Años tras años, los hospitales se vienen abajo y la dotación de los mismos cada vez es más paupérrima.

Esto ha llevado a decenas de profesionales de la salud, sean médicos, enfermeros, personal administrativo y obrero, a salir a las calles a protestar por las condiciones inhumanas en las cuales son sometidos para trabajar.

Las batas blancas han tomado las calles. La falta de insumos y de equipos, la carencia de oportunidades y los malos salarios de aquellos que se dedican a salvar vidas han obligado a este sector a gritar aún más fuerte de lo que han gritado.

Hoy, nuevamente, los galenos y sus fieles acompañantes, como son los enfermeros, han salido a manifestar su insatisfacción por la crítica situación que estamos atravesando en Venezuela.

Cuando los pacientes se están muriendo por falta de insumos, cuando miles de profesionales de la salud están emigrando por la falta de oportunidades y de condiciones para crecer, como individuos y como profesionales dentro del país, tenemos que mostrar nuestra solidaridad para con ellos.

Por ende, los venezolanos nos solidarizamos con los médicos. ¿Por qué razón? Porque sabemos la entrega, dedicación y compromiso que implica ser médico en Venezuela.

Salvar vidas en este país no es una excepción, en casos atípicos, sino que es la tarea de todos los días, hasta con los casos más simples. Cuando no existen herramientas de trabajo, los médicos se han convertido en magos que construyen sanaciones de la nada.

Y, frente a la pregunta sobre ¿todos los médicos son iguales?  Mi respuesta es un obvio y contundente “No”. Así como existen doctores en medicina que solo están pendientes de las ganancias y del cobro exorbitante de las consultas, por otro lado existen médicos que en los hospitales públicos hacen milagros con los pocos recursos que poseen.

De todo hay en la viña del Señor. De esto debemos estar claros; mi solidaridad es para aquellos portadores de esas batas blancas y uniformes de color verde claro, que más allá de recompensas monetarias cotidianamente libran una batalla contra la muerte.

No obstante, en esto debemos estar claros: Una cosa es la abnegación de los médicos venezolanos, que ponen en práctica sus conocimientos para salvar y proteger vidas, y otra cosa es que ellos mismos mueran de hambre debido a que no obtienen lo justo por su loable y titánica labor.

Es irrisorio el salario que obtienen los trabajadores del sector. Y este drama no sólo lo padecen ellos, sino que se repite sin cesar en todos los ámbitos de desarrollo y de profesionalización del país.

Es increíble que un bachaquero tenga mayor ingreso que un ingeniero, arquitecto o médico. Es sorprendente como la calidad de vida de un profesional universitario pasó de precario a inexistente.

Como venezolano, como ciudadano y como periodista elevo mi voz de solidaridad para con aquellos médicos que levantan sus voces ante la humillación que padecen como profesionales. Es hora de que todos nos unamos para luchar.

¡No dejemos solos a quienes nos acompañan y apoyan cuando estamos enfermos!


martes, 17 de julio de 2018

Quién siembra


Hay un viejo refrán que dice: “quien siembra cosecha”, el cual recoge la sabiduría del tiempo y de la vida, y ni hablar de la experiencia y de la  esencia misma de la naturaleza.

Sin embargo, en este momento en Venezuela tenemos que preguntarnos ¿quién está sembrando? Nadie en este país le está metiendo el pecho al campo.

Tan solo unos cuantos valientes se empeñan a seguir cultivando la tierra. Más allá de ellos, nadie está sembrando y sin siembra no tendremos cosechas y sin éstas habrá cada vez menos alimentos en la nación.

Esta es la tragedia que atravesamos en este momento. El Gobierno nacional se encargó de arrancar de raíz la capacidad productiva de nuestros campos; tan sólo unos pocos ganaderos y agricultores han sobrevivido al pandemónium revolucionario que se ha desatado.

Las expropiaciones de fincas productivas, la toma de las pocas empresas que suministraban  material para la siembra y cosecha, y el acoso a los inversionistas en el área, han llevado a que los campos estén despoblados y abandonados.

Para el socialismo la repartición de la tierra entre el mayor número de campesinos es la meta más importante, para ellos no es importante la productividad o el desarrollo integral del sector, ellos sólo buscan revancha y retaliación.

No obstante, el hecho que existan más campesinos dueños de sus tierras no es sinónimo a producción. ¿La razón? Sencillo, el campesino sólo produce lo suficiente para que él y su familia puedan comer y algo más para vender, hasta aquí llega su visión.

El empresario del campo concibe la producción de vegetales, granos o cereales como un negocio y trabajará para generar cada vez más volumen y así llegar a los índices de producción y ventas que él necesita para sostenerse y, aunque la izquierda lo niega, los consumidores necesitan para balancear el mercado.

Cuando en el país se permitía el desarrollo libre de la ganadería, llegamos a estar ubicados en el décimo puesto a nivel mundial de animales de rebaño. Y es que, en aquellos años 90 los gobiernos de entonces no perseguían a quienes trabajaban y producían.

Hoy todo cambió. En este momento no hay semillas para sembrar, mi pasto que darle al ganado. No se obtienen fertilizantes o demás artículos para garantizar una mejor cosecha. Todo está empeorando y no se ve ninguna rectificación en el camino.

Y la situación en el campo no sólo se encuentra paralizada por la carencia de personas que trabajen con visión la tierra, ni por la falta de insumos, sino que se agrava aún más por la inseguridad que se profundiza en todos los sectores agrarios del país.

En el campo secuestran y roban sin que nadie, absolutamente nadie, haga algo al respecto. Y, ni hablar de aquellos que se dedican a robar las cosechas.

Sí, mientras unos sudan en el campo para sembrar con esfuerzo, entre gallos y medianoche otros llegan a llevarse el fruto de los sacrificios de los primeros.  

Por esto, esta gestión nacional lo único que ha sembrado es el desprecio de todo un pueblo que en este momento se está muriendo del hambre. Porque sus políticas ni ayudaron a los pequeños campesinos, destruyeron a los grandes, y dejaron las mesas de los venezolanos vacías.

Y esto pasó, porque pensaron que su estrategia de puertos les iba a durar para toda la vida. Los precios del petróleo cayeron, los subsidios chinos no existen, y así condenaron a la nación al caos. 

martes, 10 de julio de 2018

Momentos para reorganizar


Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-.  En todos los escenarios es fundamental la reorganización después de diversas acciones que no ayudaron a alcanzar los objetivos. Cuando las estrategias fallan y las tácticas no lograron allanar el camino hacia las metas, entonces debemos reorganizarnos y replantearnos todos los aspectos de nuestras actividades.

Es así en el mundo militar, comercial y político. Cuando un general sobre sale es por su capacidad de ingenio, adaptación y organización de sus filas, y así lo plantean los grandes maestros del arte militar.

Igual ocurre en el ámbito comercial. Los mayores empresarios son aquellos que avanzan, se detienen y piensan cada una de sus jugadas en el resbaladizo terreno del comercio sea local, zonal regional o mundial.

Y de esto no puede escaparse la política. Cuando los políticos adelantan una estrategia con sus tácticas y acciones, y al cabo de cierto tiempo siguen en la misma posición, deben repensar los objetivos, los medios y los instrumentos que se han utilizado.

Este es el caso de la Unidad venezolana. Desde hace 20 años se creó un grupo de factores que combatieron al sistema gubernamental, a través de diversos medios y formas han pretendido relevar a los representantes de ese modelo del poder y estos objetivos no fueron alcanzados hasta ahora.

Y aunque somos demócratas, y demos seguir siéndolo por encima de todo; los métodos cívicos deben ser nuevamente replanteados y redefinidos.

Así como la extinta coordinadora democrática tuvo que desaparecer al no poder alcanzar la revocatoria del mandato de Hugo Chávez en el 2004, de esa misma forma la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), debe dejar de funcionar como hasta la fecha ha funcionado.

La decisión de Acción Democrática de separarse de esta instancia es lógica. Los demócratas tienen que abrir sus alamedas y miradas y concebir otros medios pacíficos, cívicos y constitucionales para lograr sus respectivos objetivos.

Debemos detener la marcha. Pensar nuestras acciones y reorganizar nuestras fuerzas.

Se debe sopesar el nuevo panorama social, político, económico e internacional que nos rodea. La fuga de millones de venezolanos, que han emigrado a otros países representa un factor a analizar, además de la carencia de cohesión monolítica en el seno del régimen.

Debemos reorganizar las fuerzas civiles y civilistas de la nación. Los venezolanos no podemos seguir el mismo camino que han llevado a la permanencia del actual régimen por casi dos décadas en el ejercicio del poder.

La reorganización es esencial; se deben aplicar nuevos métodos de acción política. No hacerlo es rendirse sin mover un dedo.

Debemos seguir siempre defendiendo la Constitución y las reglas de juego, a pesar que el rival non lo haga, nosotros tenemos que seguir adelante enarbolando la ética y el trabajo como estandartes de cambio.

La vinculación social de los líderes con el pueblo llano debe ser más que retórica una realidad incuestionable. He aquí una de las fallas hasta ahora de la dirigencia de la Unidad.

Solo en pocos momentos ha habido una sintonía real entre la oposición y los sectores más desposeídos de la sociedad. Y, lo peor es que no hemos aprovechado la ruptura de la empatía pueblo-gobierno, que desde antes de la muerte de Chávez ya venía desquebrajándose.

Cambiemos nosotros, para así cambiar a Venezuela.