Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. Desde hace
mucho tiempo nos hemos acostumbrado a ver a los médicos en franca protesta por
el deterioro sostenido del sistema de salud nacional. Años tras años, los
hospitales se vienen abajo y la dotación de los mismos cada vez es más
paupérrima.
Esto ha llevado a
decenas de profesionales de la salud, sean médicos, enfermeros, personal
administrativo y obrero, a salir a las calles a protestar por las condiciones
inhumanas en las cuales son sometidos para trabajar.
Las batas blancas han
tomado las calles. La falta de insumos y de equipos, la carencia de
oportunidades y los malos salarios de aquellos que se dedican a salvar vidas
han obligado a este sector a gritar aún más fuerte de lo que han gritado.
Hoy, nuevamente, los
galenos y sus fieles acompañantes, como son los enfermeros, han salido a
manifestar su insatisfacción por la crítica situación que estamos atravesando
en Venezuela.
Cuando los pacientes se
están muriendo por falta de insumos, cuando miles de profesionales de la salud
están emigrando por la falta de oportunidades y de condiciones para crecer,
como individuos y como profesionales dentro del país, tenemos que mostrar
nuestra solidaridad para con ellos.
Por ende, los
venezolanos nos solidarizamos con los médicos. ¿Por qué razón? Porque sabemos
la entrega, dedicación y compromiso que implica ser médico en Venezuela.
Salvar vidas en este
país no es una excepción, en casos atípicos, sino que es la tarea de todos los
días, hasta con los casos más simples. Cuando no existen herramientas de
trabajo, los médicos se han convertido en magos que construyen sanaciones de la
nada.
Y, frente a la pregunta
sobre ¿todos los médicos son iguales? Mi
respuesta es un obvio y contundente “No”. Así como existen doctores en medicina
que solo están pendientes de las ganancias y del cobro exorbitante de las
consultas, por otro lado existen médicos que en los hospitales públicos hacen
milagros con los pocos recursos que poseen.
De todo hay en la viña
del Señor. De esto debemos estar claros; mi solidaridad es para aquellos
portadores de esas batas blancas y uniformes de color verde claro, que más allá
de recompensas monetarias cotidianamente libran una batalla contra la muerte.
No obstante, en esto
debemos estar claros: Una cosa es la abnegación de los médicos venezolanos, que
ponen en práctica sus conocimientos para salvar y proteger vidas, y otra cosa
es que ellos mismos mueran de hambre debido a que no obtienen lo justo por su
loable y titánica labor.
Es irrisorio el salario
que obtienen los trabajadores del sector. Y este drama no sólo lo padecen
ellos, sino que se repite sin cesar en todos los ámbitos de desarrollo y de
profesionalización del país.
Es increíble que un
bachaquero tenga mayor ingreso que un ingeniero, arquitecto o médico. Es
sorprendente como la calidad de vida de un profesional universitario pasó de
precario a inexistente.
Como venezolano, como
ciudadano y como periodista elevo mi voz de solidaridad para con aquellos
médicos que levantan sus voces ante la humillación que padecen como
profesionales. Es hora de que todos nos unamos para luchar.
¡No dejemos solos a
quienes nos acompañan y apoyan cuando estamos enfermos!