Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. Todo inició
como comienzan los rumores. De la nada brotaron de la misma sociedad digital
una serie de anuncios sobre la desaparición de distintas jóvenes.
Con un vocero anónimo y
con las credenciales de lo desconocido, se confirmaron las noticias de la desaparición de no solo una
sino varias jovencitas.
El eco de la noticia no
se propagó por la prensa, radio o la televisión, sino en la borrasca mediática
de las redes sociales; la opinión pública tumultuaria de Twitter, Facebook e
Instagram, fueron los canales escogidos.
Se informaba sobre la
desaparición de una, dos, tres, cinco, diez, veinte jóvenes. Algunos hablaban
de una red de secuestradores que buscaban muchachas para colocarlas en el
mercado internacional como esclavas sexuales.
De súbito, la noticia
mutó. No eran solo mujeres, sino que una camioneta negra deambulaba por las
calles de Puerto La Cruz, Barcelona y Guanta buscando a niños a quien arrebatar
de las manos de sus padres.
Enseguida, eruditos de
la información en 240 caracteres dieron su explicación. “Es una mafia que se
lleva los niños a la frontera con Colombia o Brasil”.
La proliferación de
informaciones se difundió con la rapidez del rayo. Por todas partes emergían
“noticias” de los secuestrados. Un caso en Los Cerezos, y otro en Palotal, todo
con una velocidad y precisión que los grupos comandos de las grandes potencias
militares envidiarían,
Al cabo de unas pocas
horas otra alerta. Según decían por los medios digitales encontraron una mujer
descuartizada, pero lo curioso es que jamás el cadáver o el despojo de éste
llegó a la morgue del Hospital Razetti.
Mientras las cadenas vía
whatsaap pasan de celular en celular. Mientras las publicaciones en los
diferentes medios se extendían como las llamas en una sabana en pleno verano,
solo una denuncia llegaba a los cuerpos de seguridad.
Al término de unos pocos
días, el rumor para algunos se convertía en un hecho cierto. Los colegios
citaron a los padres y representantes para reuniones de emergencia para tomar
medidas de seguridad por la “ola de secuestros”.
Algunos planteles
meditaban la idea de cerrar mientras pasaba la alerta en la sociedad. Era un
pandemónium total por todas partes.
Los periodistas iban y
venían de las comandancias de la policía y hacia la morgue, pero no había
indicios de el número exorbitantes de casos de secuestrados como se palpaban en
las redes sociales.
Solo uno se reportaba en
los cuerpos policiales; lo demás eran noticias y rumores que se irradiaban y
ahogaban los ánimos de miles de anzoatiguenses que empezaron a caminar con
miedo por las calles.
El paroxismo llegó a
niveles insospechados. Todo el mundo temía que fuera verdad lo que se aseveraba
por las redes sociales.
El caso de los raptos,
me hizo recordar el famoso episodio de la “Guerra de los Mundos” de Orson
Wells, en 1930 varios comunicadores de la época en los Estados Unidos adaptaron
un libro a un guion de radio. Lo que se emitía por la frecuencia, que era una
recreación de esa obra literaria, fue asumido por el público como una verdad.
Esto trajo una terrible repercusión.
Ahora, no fue la radio,
sino las redes sociales. La reflexión que hago sobre el tema es que cada uno de
nosotros tenemos que tener cuidado con lo que publicamos y a quién le creemos
en las en estas plataformas.
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