Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. Eran
aquellos días de la década del 50, habían pasado los agitados momentos que se
vivieron en el primer ensayo democrático en Venezuela, y para entonces una
Junta Militar dirigía los destinos del país y nada presagiaba un final para el
poder de los uniformados.
Desde el seno de los
vestigios democráticos, por encima de las dificultades y de las escasas
condiciones, se acordó participar en unas elecciones presidenciales y
legislativas propuestas por la dictadura.
Copei y URD asumieron el
reto; sus líderes Rafael Caldera y Jóvito Villalba, no se dejaron intimidar por
los riesgos y pocas esperanzas de salir victoriosos. Eran demócratas y como
tales actuaron.
Se realizan los
comicios, todos los cómputos y los ahora llamados "boca de urnas" y
"conteo rápido" auguraban un triunfo abismal para el abanderado de
URD.
Se decía que los
militantes y simpatizantes de los ilegalizados partidos Acción Democrática (AD)
y el Partido Comunista de Venezuela (PCV) habían ordenado votar por Villalba.
La victoria era un
hecho, pero la dictadura escamoteó y volteó los resultados. Fue así como Marcos
Pérez Jimenez arribó al poder. Pero, ¿esto le quitó las ganas de luchar a los
demócratas? ¿Desvió sus principios y métodos? Claro que no.
Cinco años después, para
diciembre del 57, llegaba a su fin es período constitucional por el cual se
montó el fraude. A la oposición de esos días se le generó una pregunta ¿qué
hacer? Y la respuesta de todos fue: Participar.
El candidato de todos
los partidos era el último líder de las fuerzas democráticas que quedaba en la
nación, Dr. Rafael Caldera. No obstante, un régimen temeroso a que se
repitiera los sucesos de 1952, decidió encarcelar al dirigente
socialcristiano para luego exiliarlo.
Desde la médula del
régimen se creó el llamado plebiscito, una jornada creada como traje a la
medida a las pretensiones continuistas de Pérez Jimenez, pero el vaso empezó a
botarse. La paciencia ciudadana llegó al límite y unos pocos días después de
materializado este burdo proceso electoral, el avión presidencial, La Vaca
Sagrada, despegaba rumbo al exilio con el dictador a bordo.
En otro país, con otro
cantado al hablar, y en otra década, se presentó un caso similar. Gobernaba en
Chile el general Augusto Pinochet, y su régimen era temido y respetado a la
vez.
Las fuerzas que lo
adversaban iban desde movimientos marxistas hasta los conservadores demócratas
cristianos. Y todos, dentro de la llamada Concertación, decidieron acudir a las
jornadas electorales propuestas, organizadas y controladas por la dictadura.
Por encima del
ventajismo, de las acciones y atropellos, el dictador perdió el segundo
plebiscito y con éste el poder nominal en la República de Chile. Inició así un
proceso tortuoso de acuerdos, entendimientos y sacrificios que dio al traste
con 17 años del gobierno de las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile.
Ahora bien, regresando
otra vez a Venezuela, usted que me lee ¿piensa que es correcto que nos
abstengamos y no acudamos a votar el próximo 10 diciembre en las municipales?
Aprendamos de las
lecciones de la historia, participemos en las próximas elecciones.
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