martes, 1 de agosto de 2017

Esperanza

“Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano”, así lo dijo el gran líder por los Derechos Civiles en los EEUU, Martin Luther King.

Y sí, cuando somos capaces de brindarle esperanzas a otros, podemos decir que hemos vivido bien; no basta con ser felices, tenemos que hacer felices a los demás.

Cuando somos capaces de hacer felices a otros, cuando el tiempo se avizora gris, estamos haciendo un gesto amoroso, cristiano y lleno de piedad.

Hoy, todos los venezolanos, tenemos que ser agentes de esperanzas y promotores de tiempos mejores. No podemos quedarnos con la oscuridad sobre nosotros, tenemos que ir hacia el amanecer.

Tales de Mileto nos enseñó que “la esperanza es el único bien común a todos los hombres; los que lo han perdido todo, la poseen aún”.

¡Qué acertado fue! En otras palabras,  la esperanza es, y debe ser, lo último que perdamos en esta vida, aquel que vive sin esperanzas no vive, sino que simula hacerlo.

La desesperanza cunde cuando no logramos los objetivos que nos trazamos, cuando nos echamos al abandono o cuando decidimos que no podemos seguir luchando. Este comportamiento es típico de los derrotistas, entonces ¿los venezolanos somos un pueblo de triunfadores o de derrotistas consumados?

Creo firmemente en la esperanza, en la lucha y en los logros a través de los metas alcanzadas; los venezolanos somos de una raza indomable, los venezolanos nacimos para vencer.

Bien lo decía Maurice Maeterlinck “la desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada. Y la esperanza sobre lo que ignoramos, que es todo”.

Las certezas de hoy no son las realidades del mañana. Los tiempos malos y los tiempos buenos pasan, lo que jamás debe abandonarnos son las ganas de seguir hacia adelante.

La luz del día alumbra hasta que llega el atardecer y éste sucumbe ante la oscuridad de la noche, pero a su vez las penumbras ceden con el nacimiento de un nuevo día.

La derrota es pasajera, e igual que la victoria. En cambio, lo que sí es seguro y eterno son las luchas sin descanso y el desdén como flagelo.

Cuando nos entregamos a la apatía y a la desesperanza podemos estar seguros que no lograremos nada en nuestras vidas, y si, por el contrario, no nos arrodillamos ante nadie y continuamos con la frente en alto, tenga usted por seguro que logrará el éxito.

¿Y por qué usted cree que ni la victoria, ni la derrota son eternos? Porque si lo fueran la vida del hombre sería sumamente aburrida.

Son los altibajos de la existencia, los momentos de felicidad y de dolor, los problemas y las soluciones, los claros y los oscuros, lo que hace de la vida una historia irrepetible y magnífica.

Una vida perfecta, sería muy monótona para disfrutarla como tal, y una vida hundida en el dolor igualmente sería la negación  misma de la palabra “vida”.

Por eso, estimado lector, le hago una invitación a mantener la esperanza en los momentos malos y a seguir luchando sin cesar.  



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