“Si ayudo a una sola
persona a tener esperanza, no habré vivido en vano”, así lo dijo el gran líder
por los Derechos Civiles en los EEUU, Martin Luther King.
Y sí, cuando somos
capaces de brindarle esperanzas a otros, podemos decir que hemos vivido bien;
no basta con ser felices, tenemos que hacer felices a los demás.
Cuando somos capaces de
hacer felices a otros, cuando el tiempo se avizora gris, estamos haciendo un
gesto amoroso, cristiano y lleno de piedad.
Hoy, todos los
venezolanos, tenemos que ser agentes de esperanzas y promotores de tiempos
mejores. No podemos quedarnos con la oscuridad sobre nosotros, tenemos que ir
hacia el amanecer.
Tales de Mileto nos
enseñó que “la esperanza es el único bien común a todos los hombres; los que lo
han perdido todo, la poseen aún”.
¡Qué acertado fue! En
otras palabras, la esperanza es, y debe
ser, lo último que perdamos en esta vida, aquel que vive sin esperanzas no
vive, sino que simula hacerlo.
La desesperanza cunde
cuando no logramos los objetivos que nos trazamos, cuando nos echamos al
abandono o cuando decidimos que no podemos seguir luchando. Este comportamiento
es típico de los derrotistas, entonces ¿los venezolanos somos un pueblo de
triunfadores o de derrotistas consumados?
Creo firmemente en la
esperanza, en la lucha y en los logros a través de los metas alcanzadas; los venezolanos
somos de una raza indomable, los venezolanos nacimos para vencer.
Bien lo decía Maurice
Maeterlinck “la desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada. Y la
esperanza sobre lo que ignoramos, que es todo”.
Las certezas de hoy no
son las realidades del mañana. Los tiempos malos y los tiempos buenos pasan, lo
que jamás debe abandonarnos son las ganas de seguir hacia adelante.
La luz del día alumbra
hasta que llega el atardecer y éste sucumbe ante la oscuridad de la noche, pero
a su vez las penumbras ceden con el nacimiento de un nuevo día.
La derrota es pasajera,
e igual que la victoria. En cambio, lo que sí es seguro y eterno son las luchas
sin descanso y el desdén como flagelo.
Cuando nos entregamos a
la apatía y a la desesperanza podemos estar seguros que no lograremos nada en
nuestras vidas, y si, por el contrario, no nos arrodillamos ante nadie y
continuamos con la frente en alto, tenga usted por seguro que logrará el éxito.
¿Y por qué usted cree
que ni la victoria, ni la derrota son eternos? Porque si lo fueran la vida del
hombre sería sumamente aburrida.
Son los altibajos de la
existencia, los momentos de felicidad y de dolor, los problemas y las
soluciones, los claros y los oscuros, lo que hace de la vida una historia
irrepetible y magnífica.
Una vida perfecta, sería
muy monótona para disfrutarla como tal, y una vida hundida en el dolor
igualmente sería la negación misma de la
palabra “vida”.
Por eso, estimado
lector, le hago una invitación a mantener la esperanza en los momentos malos y
a seguir luchando sin cesar.
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