Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. Los
venezolanos estamos ante una dicotomía, tenemos que decidir entre votar o
regalarle las gobernaciones a Nicolás Maduro.
El pueblo, ese que está
librando la batalla contra el hambre y el mal gobierno, debe tomar partido en
medio de un debate que carcome el cuerpo social de la república.
Algunos manifiestan la
necesidad de acatar el mandato popular expresado en el plebiscito del pasado 16
de julio y declarar a la sociedad en rebelión ciudadana, otros quieren mantener
los espacios y seguir desenmascarando democráticamente al régimen.
Para unos ir a unas
elecciones es colaboracionismo, para los otros no ir a elecciones es hacer un
favor al Gobierno y a sus candidatos.
¿Cómo podemos echar por
tierra una mayoría electoral que apoya a la oposición? Esta pregunta se la hacen
quienes optan por la vía de la participación comicial. Mientras en la sociedad
surge otra interrogante contraria: ¿Podemos elegir gobernadores con esa
Constituyente pendiendo sobre el cuello de los gobernantes demócratas?
Sí, ambas preguntas son
válidas y responden a visiones diferentes, mas no completamente antagónicas
entre sí.
La lucha de calle es una
expresión constitucional y democrática; ir a la cita electoral es una
obligación moral y política que la Unidad debe asumir.
Sobre la posibilidad de
trampa o robo de los comicios, este es una tentativa que siempre ha estado
presente en todo evento de escogencia democrática, en esta Venezuela actual; es
bastante conocido que el régimen juega con las reglas, las cuales acomoda a sus
intereses y fortalezas.
Sin embargo, con esas
mismas condiciones hemos ganado elecciones. Cuando Hermán Escarrá era el pregón
de la abstención en el 2007, en medio de la campaña para la Reforma
Constitucional, la oposición se preparó para la batalla electoral y ganó a
pesar de los llamados a no votar de quién más tarde será el paladín de la
Constituyente de Maduro.
El riesgo que nos
escamotearán los resultados en las elecciones parlamentarias en el 2010 eran
muchas, pero la movilización de electores demócratas fue tal y la diferencia de
votos tan abrumadora que tuvieron que admitir el revés.
Usted, apreciado lector,
no me diga que no disfrutó a Tibisay Lucena diciendo que la opción del
"No" ganó en las elecciones para la Reforma, y dígame usted si no fue
satisfactorio cuando la comadre mayor tuvo que decir que la oposición arrasó en
los comicios parlamentarios del 2010.
Si quieren argumentar
sobre los resultados para la Constituyente, les recuerdo que ese proceso contó
con la ausencia de la Unidad, por tal motivo el Gobierno tuvo el descaro de
anunciar unos increíbles y fantasmales 8 millones de votos.
Pero, con los partidos
con sus maquinarias aceitadas, con testigos y coordinadores de mesa organizados
y movilizados, y usted como voluntario, todos trabajando podremos unidos,
lograremos evitar cualquier triquiñuela del oficialismo.
Sí vamos a elecciones
unidos de seguro ganaremos, si no vamos de seguro perderemos todo. ¿Cuál es tu
decisión?
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