martes, 11 de julio de 2017

De la “Antipolítica”

Cogito ergo sum (Puerto La Cruz)-.  Rondaba las décadas de los 80 y 90, la moda en Venezuela era ser crítico de la política y de todo gobierno de turno.

Los tiempos del “orgullo democrático” ya habían pasado después de los lustros de los gobiernos de Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Rafael Caldera (I), ahora la tendencia era ser antipolítico.

Toda la culpa de los males del país era de Acción Democrática y Copei; la mejor opción ante una consulta electoral era la abstención. Y las páginas de los periódicos, las pantallas de televisión y los micrófonos de la radio se colmaban de comentarios negativos hacia el sistema democrático.

Si eras adeco o copeyano, entonces eras sinónimo de “malo”, “corrupto” o “ruin”.

A tal nivel llegó la antipolítica, que en espacios recreativos y de distracción el tema político ganó espacio, pero siempre orientado a acrecentar la antipatía por el statu quo.

Radio Caracas Televisión, tan llorado y recordado medio de comunicación, fue en aquellos días una estación de combustible que diariamente llenaba los tanques de la “frustración social” y del divorcio entre sociedad y el sistema de partidos democráticos.

Por ejemplo, durante dos años la telenovela “Por estas calles” se centraba en mostrar un país en crisis que era únicamente responsabilidad de los políticos.

Esa ola de antipolítica permitió que un aborrecible acto de fuerza como el golpe de Estado del 4 de febrero de 1992 hubiese sido percibido por la nación como “un evento bueno”.

Un militar que traicionaba su juramento y se alzaba en armas contra la Constitución fue elevado al rango de héroe nacional. La sociedad, imbuida por la antipolítica y la enemistad, razonable o no, hacia las organizaciones democráticas, aplaudía sin cesar a los golpistas.

Los defensores del antisistema fueron ganando terreno con el paso del tiempo, la retórica revanchista y reivindicativa fue sumando adeptos en una república que marcha rumbo a su automutilación legal.

Con los vítores de la sociedad, Hugo Chávez llegó al poder en 1999; y a pesar de la oscuridad que empezó a posarse sobre el país, y los esfuerzos titánicos que los partidos hicieron en aquellos días para defender lo poco que quedaba de libertad y democracia, la antipolítica seguía solícita galopando por las llanuras del sentimiento social venezolano.

Llegaron los días del 2002, el paro petrolero, marchas, pronunciamientos militares y la salida de Chávez del poder. ¿Y error, cuál fue? La ausencia de políticos que le dieran estabilidad al gobierno que subsiguió a aquellos sucesos.

La carencia de políticos dio con el traste a aquella ocasión. Pedro Carmona Estanga, un empresario devenido en agente político, se sentó tan poco tiempo en Miraflores que ahora lo recordamos como “Pedro, el breve”.

Nuevamente ha pasado el tiempo, de nuevo estamos frente a la bifurcación de la historia, ¿tomaremos el mismo camino de la antipolítica?

La historia nos ha enseñado que el “odio” sin sentido a los políticos ha lanzado al país a un mundo de zozobra y decadencia. Es hora de reflexionar.


La libertad está cerca, unámonos todos, políticos y sociedad, en la consecución de esa meta nacional.

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