Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. Rondaba las
décadas de los 80 y 90, la moda en Venezuela era ser crítico de la política y
de todo gobierno de turno.
Los tiempos del “orgullo
democrático” ya habían pasado después de los lustros de los gobiernos de Rómulo
Betancourt, Raúl Leoni y Rafael Caldera (I), ahora la tendencia era ser antipolítico.
Toda la culpa de los
males del país era de Acción Democrática y Copei; la mejor opción ante una
consulta electoral era la abstención. Y las páginas de los periódicos, las
pantallas de televisión y los micrófonos de la radio se colmaban de comentarios
negativos hacia el sistema democrático.
Si eras adeco o
copeyano, entonces eras sinónimo de “malo”, “corrupto” o “ruin”.
A tal nivel llegó la
antipolítica, que en espacios recreativos y de distracción el tema político
ganó espacio, pero siempre orientado a acrecentar la antipatía por el statu
quo.
Radio Caracas
Televisión, tan llorado y recordado medio de comunicación, fue en aquellos días
una estación de combustible que diariamente llenaba los tanques de la “frustración
social” y del divorcio entre sociedad y el sistema de partidos democráticos.
Por ejemplo, durante dos
años la telenovela “Por estas calles” se centraba en mostrar un país en crisis
que era únicamente responsabilidad de los políticos.
Esa ola de antipolítica
permitió que un aborrecible acto de fuerza como el golpe de Estado del 4 de
febrero de 1992 hubiese sido percibido por la nación como “un evento bueno”.
Un militar que
traicionaba su juramento y se alzaba en armas contra la Constitución fue
elevado al rango de héroe nacional. La sociedad, imbuida por la antipolítica y
la enemistad, razonable o no, hacia las organizaciones democráticas, aplaudía
sin cesar a los golpistas.
Los defensores del
antisistema fueron ganando terreno con el paso del tiempo, la retórica
revanchista y reivindicativa fue sumando adeptos en una república que marcha
rumbo a su automutilación legal.
Con los vítores de la
sociedad, Hugo Chávez llegó al poder en 1999; y a pesar de la oscuridad que
empezó a posarse sobre el país, y los esfuerzos titánicos que los partidos
hicieron en aquellos días para defender lo poco que quedaba de libertad y democracia,
la antipolítica seguía solícita galopando por las llanuras del sentimiento
social venezolano.
Llegaron los días del
2002, el paro petrolero, marchas, pronunciamientos militares y la salida de
Chávez del poder. ¿Y error, cuál fue? La ausencia de políticos que le dieran
estabilidad al gobierno que subsiguió a aquellos sucesos.
La carencia de políticos
dio con el traste a aquella ocasión. Pedro Carmona Estanga, un empresario
devenido en agente político, se sentó tan poco tiempo en Miraflores que ahora
lo recordamos como “Pedro, el breve”.
Nuevamente ha pasado el
tiempo, de nuevo estamos frente a la bifurcación de la historia, ¿tomaremos el
mismo camino de la antipolítica?
La historia nos ha
enseñado que el “odio” sin sentido a los políticos ha lanzado al país a un
mundo de zozobra y decadencia. Es hora de reflexionar.
La libertad está cerca,
unámonos todos, políticos y sociedad, en la consecución de esa meta nacional.
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