Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. En los
últimos tiempos, la política venezolana se ha desvestido de intelectualismos,
doctrinas, visiones gerenciales y preocupaciones sociales, para vestirse de
pantallarismo locuaz.
Vemos como, por ejemplo
en Anzoátegui, el show, más artístico que político, está ocupando el escenario
del quehacer público.
Ya no tenemos políticos
curtidos en el debate político y en la arena social, sino que aparecen
advenedizos e histriónicos personajes que lucen más estrella de cine que
luchadores sociales.
Estamos viviendo algo
así como la era de los “adonismo político”. En vez de dirigentes lo que andan
lanzándose a los cargos de elección popular son como especie de arlequines con
comportamiento de porcelana.
Por algo, el señor
Presidente de la República llamó a su alcalde de Guanta el “Ricky Martín de la
Revolución”, y no es para menos, el remoquete colocado por el mandatario
nacional no le viene mal.
Desde hace mucho tiempo
el señor alcalde de Guanta aparenta ser un revolucionario de oficina y un
socialista de estómago lleno; condición que lo coloca en un punto distante si
lo cotejamos con la prédica política e ideológica que dicen profesar los
militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela.
No obstante, Marín no es
el único que esboza este “sifrineo político” como su dogma doctrinario, sino
que su par en la Alcaldía de Barcelona, Guillermo Martínez, igualmente hace lo
propio.
Me dicen que el
mandatario barcelonés no le gusta andar
por las comunidades populares, supuestamente para no ensuciarse los zapatos.
Esta actitud de
“sifrinerismo político” es una práctica que se abre espacio no solamente en los
predios del oficialismo, sería injusto atribuirle este mal solo a los
enchufados, sino que en el campo opositor también existen los “políticos
asifrinados”.
A pesar que Voluntad
Popular, el partido de Leopoldo López, se ha distinguido por su carácter
combativo en la oposición al Gobierno nacional, en sus filas aparece un sifrino
de nuevo cuño, y de recién militancia.
Este es el caso del
abogado Manuel Ferreira, que no tiene tanto cariz de político, ni física y
muchos menos en formación política, social y muchos menos de orden ideológico.
Y ustedes dirán: “mejor
que no se parezca a los políticos”, y les recuerdo que esto fue lo mismo que
miles de venezolanos pensaron al momento de votar por Chávez, y vean lo que
pasó.
Tenemos que tener mucho
cuidado con esta tendencia del sifrinerismo político, porque generalmente viene
acompañado por una alta dosis de egocentrismo, vanidad y vedetismo que terminan
transformándose en un mal mayor en el ejercicio del poder político.
Soy, y siempre seré, un
defensor de la formación y madurez política e ideológica para el ejercicio de
la función pública. La capacidad gerencial y profesional tiene que estar
acompañada por una visión política, y de pensamiento, plenamente diáfana para
que la conducción de un país, región o municipio sea adecuada.
¡Así lo creo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario