Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. En ocasiones nos sumergimos en los problemas
políticos que tanto agobian el panorama nacional, en otras caemos en la
repetitiva necesidad de expresar nuestras frustraciones ante la catástrofe alimentaria
e inflacionaria que sufrimos en el país, pero a la medida que todo lo anterior
empeora se afianza en la sociedad venezolana la crisis de la inseguridad.
La inseguridad no es un
problema exclusivo de los sectores populares o medios de la sociedad, no es
asunto que compete a las zonas urbanas o rurales, por el contrario la carencia
de seguridad perjudica a todos por igual.
E inclusive podemos
afirmar que si algo es socialista en la Venezuela de hoy es la inseguridad y el
hambre, debido a que nos afecta a todos por igual.
Los venezolanos vivimos
con miedo, encerrados en nuestros hogares, auto-secuestrados por el temor de
ser víctimas de un secuestro real.
La crisis de seguridad
es global. Quienes habitan en los sectores populares son testigos de los
tiroteos frecuentes, de las emboscadas de los delincuentes, de las acciones y
desenfrenos de un hampa que no tiene reparo en absolutamente en nada.
En los centros medios de
nuestra sociedad la delincuencia campea sin ningún tipo de impedimento; las
noches son propiedad de aquellos que se dedican a aterrorizar a los demás y a
despojarlos de sus pertenencias, siendo
la más importante de todas: La Vida.
En la Venezuela
revolucionaria la vida no es nada; en el país de hoy en día, la existencia se
rifa en la mente de un delincuente cuando éste decide si aprieta el gatillo o
no.
Y en las áreas rurales
la crisis es aún peor. Secuestros, abigeato, robo de cosechas es tan típico en
estos idus revolucionario que mencionarlo ya no es noticia.
Los agricultores han
dejado de sembrar porque pareciera que en este momento el viejo refrán “cachicamo
trabajando para lapa” se aplica a la perfección en la nación.
Nuestros campesinos labran la tierra, la preparan, siembran y
luego vienen el hampón de campo y se lleva toda la cosecha. Igual ocurre con el
ganadero que tienen que dormir entre las
vacas y aun así es asaltado y sus reses son asesinadas, descuartizadas y
vendidas en el mercado negro de la alimentación.
En los campos como en
las ciudades a más de uno han mudado sin su consentimiento. Con camiones y todos
los delincuentes llevan con la vida entera de una familia dejándolos
absolutamente en la calle.
Esto está pasando en
Anzoátegui, ante la mirada silente del gobernador Nelson Moreno, y esto está
ocurriendo en todo el país ante la inacción de las autoridades nacionales.
Pero, permítanme
circunscribirme a nuestro estado. Aquí observamos como el mandatario regional
habla mucho de la inseguridad, de su presunto combate al hampa, no obstante lo
que sentimos es que sus palabras sólo se quedan allí o sus acciones son tan ineficientes
que los números de anzoatiguenses víctimas del hampa son cada vez mayores.
Lo cierto, es que los
ciudadanos estamos atrapados en una realidad apocalíptica. Por un lado el
régimen afanosamente se encuentra destruyendo nuestra tranquilidad económica y cercenándonos
cada vez más nuestros derechos y por el otro lado ese mismo gobierno se hace de
la vista gorda ante la inseguridad que nos agobia al 100%.
Y mi pregunta es ¿quién
puede apoyar esto?
¿Quién puede respaldar un
Gobierno que nos mata de hambre y si sobrevivimos deja que la delincuencia nos
asesine a mansalva?
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