Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. ¿Nos sorprende que Nicolás Maduro le miente la
madre a Henry Ramos Allup? ¿Nos asombra que Diosdado Cabello siga acosando y
burlándose de los factores de la Unidad? ¿Es raro oír a José Vicente Rangel no
tener reparo en mentir?
Los venezolanos estamos
en presencia de las bravuconadas del cobarde.
Es muy común que alguien
que posee mucho temor esconda sus sentimientos reales en capas de agresividad,
muchas veces infundadas.
Pareciera que este es el
caso de Maduro, Cabello, Rangel y compañía.
Cuando vemos a Nicolás
Maduro recordar la progenitora del presidente de la Asamblea Nacional, Henry
Ramos Allup, nos percatamos del nivel de pánico que aquel siente cuando el
Secretario General de Acción Democrática aparece en acción.
Si recordamos o
escuchamos con detenimiento la intervención en la pírrica concentración oficial
en la Avenida Bolívar, como acción paralela del régimen frente a la
multitudinaria “Toma de Caracas, podemos analizar que las mentiras esgrimidas
por José Vicente Rangel responden a una patológica necesidad de negar lo que
está frente a sí.
Si a estos dos le sumamos
los arrebatos de ira y agresivdad que normalmente protagoniza al nacido en el
Furrial, confirmamos que la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) a pesar de los
errores está en este momento por un buen camino.
Como se lee en Don
Quijote de la Mancha:
“¿Por qué ladran los
perros mi señor?” – pregunta Sancho… a lo que responde el hidalgo de la Mancha
“porque vamos por buen camino”.
Entonces, mientras más
expresiones de rabia se vean en las acciones, rostros y modales de los voceros
del régimen, sabremos con más y mayor certeza que “vamos por una buena senda”.
Nicolás Maduro se
encuentra disminuido. Qué una señora de Villa Rosa lo saque de sus cabales por
el solo hecho de tocar unas cacerolas, evidencia el estado crítico y emocional
en el cual se encuentra el inquilino de Miraflores.
Maduro se siente sólo,
cada vez más aislado. Sabe, en los más profundo de su ser, que el poder se le
está escapando de las manos, esta realidad lo domina y hace que explote en él
el claro y simple estado de sobrevivencia natural.
Esto, demás está
decirlo, es preocupante. Maduro vive una regresión psicológico donde su cerebro
reptil (técnicamente hablando) se apodera de sus sentidos, acciones y
reacciones.
De allí que broten con
mayor intensidad y frecuencia las gravuconadas de guapetón de barrio.
Sí, ha sido
característico del régimen, a lo largo de estos casi 18 años de pesadilla roja,
el discurso violento, no obstante en esta ocasión estamos al frente de una
demostración desmedida de violencia.
¿Y esto por qué? Porque la
nueva violencia que protagonizan los rojos, rojitos es la violencia de los
cobardes, la violencia de los perdidos y desesperados. Es el último recurso de
un modelo que se encuentra con el sol en la espalda.
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