Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. Vamos
hacer un pequeño análisis económico, aunque no soy economista, basándonos en
dos rubros comunes en el mercado nacional.
La sal y el azúcar son
dos productos habituales en la mesa de los venezolanos, no obstante la realidad
entre ellos es distinta en medio de la vorágine desatada por los errores del
régimen y el caos económico en el cual nos hundió el socialismo.
Veamos pues, por un lado
el azúcar es producida por el Estado.
Hugo Chávez en su
momento tomó, a través de ilegales expropiaciones, los Centrales Azucareros del
país, las consecuencias de esta medida, obviamente política y sin ningún norte
económico, fue la desaparición del azúcar de la mesa de los venezolanos.
Hoy en día conseguir, y
luego comprar, un kilito de azúcar es una obra de la fortuna y un despliegue de
ingenio casi símil a las encarnadas por Odiseo.
Desde la expropiación de
los Centrales Azucareros todos la hemos visto amarga. Tanto los trabajadores
que quedaron desempleados, los cañicultores que se fueron a la quiebra en
muchos casos, y el resto de los venezolanos hemos dejado de consumir este
rubro.
En cambio, en el caso de
la sal no ha sido así. El Estado socialista no le ha echado mano a este sector
productivo y en consecuencia uno puede conseguir montañas de sal en cualquier
expendio de alimentos.
Uno hasta puede escoger
la marca de su preferencia, lo que es una total proeza en la Venezuela
revolucionaria.
Ahora, ¿por qué esta
diferencia? La propiedad privada, la inversión individual, la preocupación de
ganar o perder hace, sin lugar a dudas, más productiva y eficiente a una
empresa, mientras que aquellas que se encuentran en manos del Estado, y un
Estado representado en un gobierno tan incapaz como el socialista, los
resultados son diametralmente contrarios.
Por un lado la
administración privada es más eficiente en sus procedimientos, más honrada y
más rigorosa en los manejos de productividad, comercialización, distribución y optimización
de los servicios, mientras que las empresas pública en su gran mayoría carecen
de todo lo antes expuesto.
Con esto no decimos que
toda empresa pública es plenamente mala, por ejemplo durante años la principal
empresa estatal del país, Petróleos de Venezuela S.A (Pdvsa), fue la mejor en
su ramo superando a organizaciones privadas e internacionales como la Exxon,
Texaco y otras.
En el caso de Pdvsa
aunque la empresa era y es propiedad de la nación, dentro de su estructura
siempre se respetó, en los tiempos de la mal llamada Cuarta República, la
meritocracia, y la tecnocracia como herramientas de crecimiento y edificación
jerárquica.
Lo que ocurre es que la
visión socialista de la economía, la corrupción de regímenes autoritarios y
anarquizantes como el actual, devoran cualquier vestigio de productividad.
Volvamos a la sal y al
azúcar. En la mayoría de los casos la estatización tiende a burocratizar los procesos
de producción generando a su vez un caos interno que a la final pagaran los
consumidores, como está ocurriendo con las neveras vacías de millones de
venezolanos.
Por todo esto, tenemos
una mesa con salero, pero amarga.
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