Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. Veía
un documental con relación a los sucesos alrededor de la caída de Salvador
Allende y el ascenso al poder del General Augusto Pinochet en Chile, aunque el
trabajo no hacía referencia a nuestro país, cada escena que aparecía en la
pantalla de la computadora me era muy familiar.
En una parte del
material fílmico, en blanco y negro, se veía y oía a una chilena diciendo: “es
no hay ná”, haciendo alusión al terrible desabastecimiento de productos de
alimentación.
“No tenemos ni jabón
para bañarnos”, agregaba otra ama de casa en medio de una cola en un centro de
comestibles en aquel Santiago de Chile en la década de los 70.
Se explicaba que la
política de expropiación de productores del campo decretada por el presidente
Salvador Allende y las medidas económicas como la emisión de papel moneda sin
ningún tipo de control produjo una hecatombe en la economía de aquella nación
sureña.
Partía el alma escuchar
a un señor, ya entrado en edad, quien rememoraba la lucha de su madre en contra
del modelo socialista implementado por Allende y como ésta y sus compañeras
eran agredidas por grupos “armados” de la Unidad Popular, plataforma
político-electoral que le servía de sostén al mandatario de la época.
Así como estas, había
muchos elementos más que hacían parangonar la realidad chilena de Allende con
lo que estamos atravesando hoy en Venezuela. Y la curiosidad periodística
sumada a las ansias de amante de la historia me llevó a devorarme, en esos
días, un libro sobre la realidad económica de la República Democrática Alemana,
es decir, el lado del país germánico que estuvo en la órbita soviética antes
del desplome del Muro de Berlín y de la Perestroika.
En el lado “rojo” de la Alemania
dividida luego de ser derrotada en la Segunda Guerra Mundial, se padecían los
problemas de desabastecimiento, escasez, inflación, y opresión por parte de las
autoridades socialistas.
A pesar que por un
tiempo la RDA fue la economía más sólida en el mundo soviético, a la larga
sucumbió ante las prácticas de supresión de las libertades y el control asfixiante
que ejerce el Estado socialista.
Pero, estos dos casos no
fueron los únicos. En la Nicaragua de los primeros años Daniel Ortega (en mi
primer mandato) surgieron los mismos problemas y los mismos métodos económicos
y políticos que jamás han surtido efecto.
Ahora bien, el llamado
socialismo del siglo XXI es una especie de “refrito” con un nombre pomposo que
los izquierdistas venezolanos plantearon para refrescarle la imagen a un modelo
agotado y fracasado en toda la orbe.
Los venezolanos estamos
padeciendo las mismas políticas de devaluación e inflación que experimentaron
los nicaragüenses, chilenos y en otras latitudes donde el socialismo ha
gobernado. En este momento sufrimos los problemas que vienen incorporados en el
pensamiento dogmático de la izquierda de siempre.
La escasez es producto
del socialismo. Así se ha vivido en Cuba, en el Chile de Allende, en la
Nicaragua de Daniel Ortega, en la Rusia Soviética y en la Alemania del Este,
sin mencionar en la extinta Yugoslavia.
Mientras los socialistas
continúen al frente del gobierno y manejando la economía no tendremos un mejor
futuro. Así de simple, así de claro.
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