Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. Claro
que estoy de acuerdo con que todos los corruptos paguen por sus delitos. ¡Claro
que sí! Lo único que podemos objetar es que en Venezuela, salvo el caso de del
enjuiciamiento y destitución del expresidente Carlos Andrés Pérez, el resto de
los episodios de esta índole terminan pagando los platos rotos los más débiles
de la cadena.
Como nos lo ha
confirmado la historia venezolana, el problema de la corrupción no se detiene
en los niveles más bajos de la cadena administrativa, sino que desciende de los
mayores peldaños jerárquicos.
Desde el más sencillo de
los trabajadores de la gestión pública hasta los grandes poderes de decisión y
las grandes oficinas, están proclives a caer en la tentación de “agarrar lo que
no es suyo”.
Tan típico y
socio-cultural se ha transformado el problema de la corruptela que en nuestro país
se hizo tan popular la frase: “a mí no me des, ponme donde ‘haiga’”, y
disculpen el error voluntario es para representar mejor la expresión
venezolana.
Recordamos como el
famoso “chinito” de Recadi terminó pagando los platos rotos de aquellos malos
manejos que protagonizaron los jerarcas políticos y gubernamentales de
Miraflores, en los tiempos de Jaime Lusinchi.
Ahora vemos que cual
nuevos “chinitos” aparecen la lista de los funcionarios de los expendios de
alimentos del Estado, presuntamente vinculados a mafias de “bachaqueros” y
acaparadores.
Estoy completamente de
acuerdo que si resultan ser responsables de delitos como el acaparamiento de
productos, reventa o re-marcaje de los precios sean sometidos a los dictámenes
de la justicia, no obstante ellos no son los únicos que deben comparecer ante los
tribunales.
Venezuela recibió en los
últimos años el mayor ingreso por razón de la industria petrolera, y a pesar de
ello hoy tenemos una alta escasez de productos, la economía está en el piso y
las reservas internacionales secas.
Ante esto nos
preguntamos ¿qué hicieron con los reales? Y por favor no nos vengan con el
cuentico que gastaron miles de millones de dólares en las Misiones Sociales porque
no es cierto y sí así fue cometieron una irresponsabilidad enorme al confiar y
ser estafados por los cubanos.
Si la lucha contra la
corrupción fuese sincera, me gustaría escuchar a los altos funcionarios del
régimen hablar sobre el caso de los “narco-sobrinos”, o del hermano de Jesse
Chacón, y paremos de contar los hechos punibles que se han suscitado en
Venezuela desde el tristemente célebre Plan Bolívar 2000.
Si se quiere limpiar al
país del flagelo de la corrupción sin duda se tiene que empezar por la Quinta
de Misia Jacinta, porque existen muchas dudas por todo el país de la pulcritud
de los manejos de los fondos del Estado.
Y el camino que va desde
Recadi y el Bicentenario debería detenerse en el Palacio de Miraflores para meterles
la lupa a aquellos funcionarios que portan trajes finos, relojes carísimos, camionetas
ultra costosas y demás lujos de un capitalismo exacerbado y fuera de control.