La semana pasada
abordamos la caída del Muro de Berlín en el marco de nuestra primera entrega de
la serie de artículos titulados “Las caídas del socialismo”, en esta ocasión hablaremos
del Movimiento Solidaridad y el fin del comunismo en Polonia.
Quiere el destino que
escribamos con relación al fin de los socialistas polacos justo cuando estamos
viendo en Cuba escenas muy parecidas a las vividas en el Este de Europa.
La imagen del San Juan
Pablo II realizando una misa multitudinaria en Varsovia, fue el inicio del fin
de los comunistas en aquella nación.
Las palabras de Su
Santidad, en aquella ocasión, tocando temas como los derechos de los pueblos
oprimidos y la derrota del miedo, son
muy similares a las actuales aseveraciones que el Papa Francisco está esbozando
en las tierras socialistas de Cuba.
De la nada, como parte
de las expresiones populares, nació un líder sindical en aquella Polonia de la
década de los 80. Lesch Walesa fue el hombre que levantó las banderas de la
justicia y la libertad contra la opresión de los comunistas polacos y sus jefes
soviéticos.
En la masa obrera que
estaba dominada por el Partido Obrero Unificado de Polonia fue brotando
sentimientos de libertad, superación y justicia ante los atropellos de los
jerarcas de un Gobierno que día con día sumergía a aquella nación en el más profundos de los
caos políticos y económicos.
La escasez, la miseria, el
hambre generalizada eran las condiciones de vidas normales de millones de
trabajadores polacos que eran rebajados a una condición sub-humana.
En los idus de agosto
de 1980 en los astilleros de Gdańsk, Lech Wałęsa junto a otros obreros fundaron
un sindicato clandestino, al que denominaron: Solidaridad.
Aquella iniciativa,
además de temeraria, simbolizó el despertar
de toda una nación. Aquel movimiento independiente de los comunistas demandaba
principalmente la constitución de sindicatos autónomos del partido y del
gobierno socialista.
La lucha fue ardua, con
persecuciones, arrestos y demás tropelías que cometieron los comunistas polacos,
pero al final Solidaridad se convirtió en el primer sindicato independiente en
un país del Bloque Soviético.
La inspiración de los
polacos fue un ejemplo que rápidamente se extendió por todo el mundo soviético,
las banderas de un movimiento social anticomunista y no violento, fue la
demostración que otro camino sí era posible.
Lech Walesa, un pequeño
obrero electricista, fue el abanderado de un amanecer para su país como para
todo un continente. De los astilleros emergió un grito que se multiplicó hasta
alcanzar a más de 10 millones de polacos que se unieron al sindicato
anticomunista.
La presión social del
pueblo obrero en la calle, los encendidos discursos de Walessa y la
intervención santa de Juan Pablo II mellaron el corroído y decadente poder de
los comunistas en aquella república que volvió a convertirse en una democracia
verdadera.
Los trabajadores en las
calles lucharon contra el hambre creada por los comunistas. Lucharon contra la miseria
construida por los socialistas. Las masas de polacos emprendieron su liberación
y la lograron porque ni siquiera el imperio soviético con sus tanques y
agresividad pudo detener la avalancha de cambio.
Parte II.
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