Cogito ergo sum-.
La situación política venezolana
es aguda, más allá de los problemas estructurales del Estado nacional, de la
crisis económica generada por una cadena de yerros que se han cometido bajo un
paraguas de revolución, existe el vacío de una coherente, efectiva y decidida
conducción política.
Somos millones los
venezolanos que anhelamos un cambio para bien en el país, incluso sectores
dentro del oficialismo están apostando a una transformación en la guía de la
república o por lo menos a una rectificación en la conducción de los asuntos
públicos.
La escasez de alimentos,
medicinas, repuestos, y paremos de contar las cosas que han desaparecido del
mercado nacional, igual que la inseguridad y la inflación son productos de la
carencia de una dirección política que vele por el interés común y no
simplemente por sus apetencias mezquinas.
Ante esta situación
observamos una preocupante acefalía política. En el seno del oficialismo es más
que sabido que el presidente Nicolás Maduro no ha satisfecho las expectativas
de las bases de su organización y cada vez es más resaltante el poco entusiasmo
que despierta en un núcleo que se siente huérfano.
Al otro lado de la
calle, los factores de la oposición luchan
por la conquista de un liderazgo sin percatarse que la puja fratricida está causando un daño tremendo a la Mesa de la
Unidad Democrática (MUD) a la alternativa democrática en general.
La lucha por el
liderazgo demócrata devela una clara realidad. La multiplicidad de liderazgos
en la MUD dibuja que no existe en verdad un líder que asuma las riendas y la
direccionalidad de la gran mayoría de la oposición.
Este pueblo, aquí debo
aclararlo, es consciente de lo que quiere y cómo lo quiere, no obstante todos
los movimientos sociales del mundo necesitan una cabeza que permita la agilización
de los procesos.
La mismísima revolución
francesa, en medio de su alocada lucha de “igualdad” y sus frenéticas ansias de destrucción, parió
de sus entrañas sociales liderazgos que
en diferentes etapas le dieron conducción a aquella agitada época de la
historia universal.
La gran diferencia entre
la acefalía de liderazgo de la Mesa y del oficialismo, es que de la primera
puede surgir una voz que pueda cohesionar la necesidad imperiosa de unidad y de
cambio que se empieza a respirar en todos los rincones de la república.
En cambio, en el seno
del oficialismo se está viviendo un proceso de desilusión masiva, de
desesperanza y temores que se evidencia en una lenta y paulatina desbandada de
apoyos sociales en todos los estados de Venezuela.
Sé que más temprano que
tarde nacerá o surgirá del seno de la alternativa democrática un conductor que
lleve al país hacia un destino distinto al cual nos dirigimos en este momento.
Estoy convencido que en
la medida que el proceso de represión en el país se agudice, con la misma
velocidad con que quienes están en el poder pretenden cercenar los derechos de
los ciudadanos, con esa misma rapidez el pueblo moldeará un conductor y
organizador capaz de guiar a la nación.
¡Sí, tenemos mucho
futuro! ¡Sí, somos capaces de avanzar y crecer!
No hay comentarios:
Publicar un comentario