Cogito ergo sum-.
Era un día como otro. Las calles de Puerto La Cruz lucían como siempre,
repletas de personas que caminaban, esperaban el autobús o emprendían el forcejeo
habitual para montarse en su seno, sujetos comiendo empanadas y automóviles de
circulaban en aquellas calles llena de huecos, rayado desvaneciéndose, basura
por todas partes y cornetazos que retumban en decenas de miles de tímpanos.
Apenas había bajado de
San Diego y estaba organizando mi día en aquella mañana como cualquier otra.
Había comprado los
periódicos para el desayuno informativo, estaba esperando el pase radial para comentar
en el programa de Omar González Moreno y Doryel Salazar, Mar de Fondo, las tendencias informativas en las Redes
Sociales, cuando presencié aquella escena y escuché aquella frase.
Procedía a adquirir un
refresco, luego que la expendedora me había dicho “tómelo usted de la nevera”,
cuando llegó al local un niño de tez morena, cabello liso, ojos vivos, sonrisa pícara,
de unos seis años, más o menos.
El jovencito acudió
directamente a la vendedora y le preguntó “señora eso cuando vale” y ésta le
respondió “eso, cuesta 360 bolívares”, el niño repreguntó “señora y cuándo va a
bajar de precio”.
Acto seguido, tanto como
la encargada del negocio como su servidor, nos vimos las caras, ante la
pregunta cargada de inocencia y de tanto significado social y económico, como
una representación sencilla de lo que vivimos cotidianamente en Venezuela.
Nuevamente la vendedora
habló y dijo “qué buena pregunta, hijo que más quisiera yo que bajara de precio”.
El muchacho entristecido
bajó la cabeza y se marchó del local.
Muchos venezolanos nos
preguntamos, igual que aquel portocruzanito, cuándo van a bajar los precios de
todos los productos tanto alimenticios, como de bienes y servicios.
La escasez al lado de la
inflación está carcomiendo los sueños de los venezolanos, porque si aquel niño
no logró comprarse aquel juguete, cómo van a poder los ciudadanos adquirir un
apartamento, casa, carro o cualquier otro bien para estabilizarse como un hogar.
La crisis nos hace
preguntarnos ¿hasta cuándo resistiremos esta terrible situación? Que día a día
se agudiza y desestabiliza, con fuerza, la capacidad familiar e individual de
crecer y de vivir.
Por ejemplo la
alimentación es cada vez más escasa y menos balanceada como dicta el deber ser,
debido a los altos costos de los comestibles y por la desaparición de muchos
rubros indispensable para la dieta.
Luego me enteré que el
muchacho vive en Las Charas. Como él existe miles de niños que ven sus
ilusiones marchitas en un país que se está agotado en la pésima admiración
pública roja.
Mientras otras naciones,
con muchos menos recursos y condiciones económicas que nosotros, florecen, aquí
nuestros propios niños ven sus sueños y pequeñas necesidades ahogadas en el mar
de la inflación y por el océano inflacionario que lo devora todo a su paso.
En este escrito quiero
públicamente avalar la aseveración de la expendedora de aquel local del centro
de Puerto La Cruz y decir, como ella lo dijese, “qué buena pregunta”.
Todos nos hacemos la
misma interrogante, que formuló aquel muchachito, ¿cuándo bajarán los precios
de las cosas? Y me atrevería a decir que eso lo alcanzaremos con la conquista
democrática y decidida de un nuevo gobierno.
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