Cogito ergo sum-. Cada día
el costo de la vida va aumentando a un ritmo vertiginoso. Las amas de casa
tienen que realizar milagros para poder alimentar a sus familias, y los
trabajadores tienen que trabajar más para ganar mucho menos por sus esfuerzos.
El bolívar, que en los tiempos de
Marcos Pérez Jiménez fue una moneda tan fuerte que inclusive fue utilizada por
otras naciones para cancelar sus deudas externas, hoy sencillamente su única
fuerza radica en el paradójico calificativo que la llamada revolución le
colocó.
Una familia de cuatro personas
tiene por lo menos gastar cinco o más
salarios mínimos para sostenerse, escúchese bien “sostenerse” no para vivir
bien, porque para esto en Venezuela se necesitan mucho más recursos.
Existe un refrán que dice “una
cosa piensa el burro y otra el que lo arrea”, mientras en Miraflores hacen
cálculos descabellados, insensibles al padecimiento del venezolano de a pie,
éste en la calle, en los mercados, en medio de las colas interminables
solamente acierta a decir: “hasta cuándo”.
En la Venezuela socialista todo
sube. El precio del kilo de pollo se ha incrementado en más de 300 por ciento,
el costo de la carne de res, de puerco y de pescado son cada vez es más inaccesible.
El costo de un vehículo usado es
el mejor ejemplo de la inflación y del estado enfermizo de la economía
nacional, es increíble cotejar los precios de los automóviles usados con su
valor inicial de hace unos años atrás.
Veamos: Una camioneta Ford de
1998 costaba alrededor de unos 17 ó 18 millones de bolívares en aquellos días del
ocaso de la mal llamada cuarta
república, actualmente, luego de 15 años de gobierno socialista, este mismo
carro en vez de costar menos se valoriza
en el mercado por lo menos en unos 800 mil bolívares, es decir, lo que equivale
a 800 millones de bolívares de la época civilista venezolana.
Comer se ha convertido en un
lujo, vacacionar internamente en el país es una osadía desmedida tanto por el
costo de esta iniciativa como por los riesgos que corremos gracias a la
inseguridad, y es este otro de los puntos que se ha incrementado en el país, porque
gracias a la revolución el hampa se encuentra desmedida y descontrolada.
Hoy asesinan a más venezolanos
que hace 15 años atrás, hoy el pillaje es premiado y hasta posiciones políticas
dentro del partido de gobierno posee.
También ha subido de forma exagerada
la escasez de productos.
Usted amigo oficialista, que
creyó en esto que llamaban “el proceso”, se podrá recordar que en 1998 compraba
con un sueldo mínimo, en aquellos días del Dr. Caldera como presidente, muchos más cosas que en este momento. Con el
menor de los salarios en esos días podía satisfacer el 80% de la Canasta Básica, con este Gobierno ni
siquiera se llega al 20% y peor aún ahora no encontramos los alimentos que en
otrora siempre colmaban los anaqueles de las diferentes tiendas de comestibles.
¡Sí! Acuérdese que usted no comía
perrarina como dicen los voceros del régimen actual y en cambio hoy ni siquiera
se puede comer alimentos de perros porque están excesivamente costosos.
Los venezolanos hemos visto que
todo ha subido y lo único que va cayendo es la calidad de vida del pueblo. Sube
el hambre y bajan los sueldos, sube el hampa y baja la seguridad, incrementa la
escasez y se rebajan los sueños de todos los que estamos fuera del gobierno.
Pues sí, mientras todos sufrimos
los embates de una economía corroída por la inconciencia de quienes tienen el
poder, los inquilinos de Miraflores gozan de las mieles de la administración
pública.
¿Usted ha visto a una Iris
Valera, Aristóbulo Istúriz, o Pedro Carreño haciendo cola en un Pdval o Mercal?
¿Usted ha visto a un funcionario pasando las de Caín para comprar pañales,
leche o pollo?
Claro que no, estos se regodean de su poder político y
económico, mientras todos nosotros, el pueblo, seamos oficialista u opositor,
seguimos comiéndonos un cable por los desvaríos de los socialistas en el
coroto.
¡Cambio es lo que se respira en
la calle!
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