Cogito
ergo sum-. Tuve la oportunidad de
leer la carta que un inocente le escribía al Niño Dios.
Más allá de las palabras, adelantándose antes
que nada a cualquier travesura realizada, resaltaba que durante el año se había
portado bien, y adentrándonos en su misiva cargada de peticiones de juguetes,
había una parte donde el jovenzuelo decía: “Te
pido que repares a Venezuela que está rota”.
Sorprendido que aquella aseveración me atreví a
preguntarle al niño la razón por la cual él decía que nuestro país estaba roto.
Su contesta fue aún más increíble. “Sí, está rota, porque las familias se han
divido, mi tío no le habla a papá porque uno no le gusta Maduro”…
Interesado aún más le pedí por favor que le
explicará con más detalles. “Sí está rota
porque hay niños que no comen bien, porque ya nosotros en casa no compramos lo
que antes. Porque existen muchos enfermos que nadie los ayuda”.
Y seguía. “También
porque la gente anda molesta en la calle, porque saquean, y roban, por eso le
pido al Niño Jesús que remiende a Venezuela”.
Escuchar de la boca de un infante de unos 7
años semejantes aseveraciones nos describe la realidad de lo que estamos
viviendo en esta nación.
Todos sabemos la crisis política, social,
económica y cultural que hemos vivido a lo largo de los últimos años en este
país, usted y yo hemos padecido los sinsabores de la escasez, el
desabastecimiento, el crimen, soportamos los problemas agudos de una economía a
la deriva, no obstante cuando un niño nos aborda con intrépida claridad nos
percatamos en el nivel en el cual estamos sumergidos.
Cuando nuestros hijos reconocen que estamos
“rotos” tenemos que reflexionar con agudeza y frialdad, lo que tenemos que
hacer para no dejarles a ellos una Venezuela fracturada por los errores de
quienes nos han gobernado.
Debemos, cada uno de nosotros, de oír muy bien
las peticiones de nuestros hijos, porque son ellos los que, en medio de su
inexperiencia, de su candidez, en ocasiones ven mejor las cosas que nosotros,
debido a que estamos hundidos en el océano de percepciones, predisposiciones e
informaciones que no pocas veces nublan nuestra capacidad de análisis.
Aunque lo neguemos los niños sienten tan o más
que nosotros cuando las cosas no están bien; ellos, mucho más pilas que
nosotros en nuestra época, son parte de la Aldea Global, los medios de
comunicación, los comentarios de la casa, las discusiones familiares los van
envolviendo en el caos que azota a la sociedad venezolana.
Hagamos realidad la petición de este niño,
luchemos todos unidos en realidad para reconstruir a nuestra amada Venezuela.
Pidámosle a Dios Todopoderoso porque nos dé la
fuerza, la visión, la entereza, y la inteligencia social necesaria para
recorrer la senda de la reconciliación nacional, donde todos podamos colocar un
granito de arena en la edificación de la democracia y el progreso nacional.
Vamos, en este 2015 que se aproxima, a
desarrollar las acciones necesarias para reparar a Venezuela, para volver a
pegar sus pedazos hechos añicos por el sectarismo de un régimen que se
aprovechó del pueblo y luego lo abandonó a su suerte.
Creo en Dios y a Él encomiendo el mañana
vigoroso y promisorio de la Venezuela que tenemos y vamos a levantar.
Sí haremos realidad los sueños de este niño
expresado en una cartica al Niño Jesús; es nuestra obligación insoslayable
dejarles a nuestros muchachos una nación pujante y en marcha hacia el progreso,
es hora que dejemos la apatía colectiva, que abandonemos la conformidad cívica
y nos echemos hacia el mar de la brega por una nación de dignidad.
Roguemos a Dios que para las Navidades del 2015
ningún hijo de Venezuela tenga que pedirle al Niño Jesús que la remedie, porque
ya debe estar totalmente unida, sólida y sana desde todo punto de vista.
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