Cogito ergo sum-. Las calles de Venezuela están ardiendo, mientras
suenan las cacerolas. Las calles de nuestro país se levantan al ritmo del “Gloria
al Bravo Pueblo” con banderas que acarician las brisas y con deseos de soñar
por un nuevo país.
¡Sí, soñar! La juventud en la
calle sueña con una Venezuela realmente libre, con una Venezuela que sea
garantía de su presente y de su futuro, donde pensar diferente no sea un delito
y donde puedan desarrollar todos sus talentos.
Sueñan las mujeres, las madres
con un país donde sus hijos sean cada vez más grandes, donde puedan salir sin
que ellas se queden con el alma en vilo por causa de una delincuencia que no
perdona a nada ni a nadie.
La lucha que se está dando en las
calles es la reacción lógica y natural de un pueblo que se siente ahogado por
las pésimas decisiones sociales, políticas y económicas. Es la posición airada,
en cierto sentido, de una nación que se ve engañada y estafada por un régimen
que en 15 años prometió y jamás cumplió.
El humo que se levanta como
columnas en las manifestaciones de calle son producto de los potes de humo que
por años ha levantado un Gobierno para tratar de tapar su propia incapacidad
para resolver los inmensos problemas que se han ido agudizando diariamente en
la nación.
Las calles son hoy el escenario
de un malestar colectivo.
Algunos dicen que los barrios no
han salido a protestar, es que ellos tienen años manifestándose o es que ¿cuándo
han trancado carreteras por el mal servicio eléctrico no están activándose
contra el régimen?, ¿cuándo los transportistas cierran calles por el estado de
las vías no es otra demostración de repudio popular a este fracaso de Gobierno?
Las comunidades se han expresado
y lo hacen diariamente. Miles son las mujeres y hombres que recriminan al
Estado su torpeza económica que ha llevado a miles a hacer incontables colas
para comprar lo que se encuentra, porque el desabastecimiento cada vez es más
notorio y agudo.
Es el pueblo de a pie el que más
ha sufrido por este régimen de izquierda trasnochada y de hojalata y es el que
más sueña con el fin de esta pesadilla que lleva tres lustros amargándole la
vida a propios y extraños.
O es que nuestros sectores
populares se sienten a placer con las misiones sociales venidas a menos; los
módulos de Barrio Adentro son monumentos a la desidia y al fiasco rojo rojito,
el plan “Barrio nuevo, Barrio Tricolor” no pasa de unos murales y de
fotografías para engrosar las publicaciones propagandísticas del Gobierno.
Hoy son miles los venezolanos que
protestan contra el régimen, sin embargo son millones los que rechazan en sí
todo lo que representa la debacle oficialista encabezada por Nicolás Maduro.
Son incontables los sueños de
libertad que se escuchan y sienten en la calle. Se escuchan ilusiones y
esperanzas en las caminatas, en las misas, en las acciones de calle, se sienten
deseos de un mejor mañana en el mercado, en el carrito por puesto, en la
farmacia, en el hospital.
Por todas partes los venezolanos,
por millones, se expresan en diferentes formas en contra de un Gobierno que
cayó en total desgracia, porque perdió la calle, perdió credibilidad
internacional y hace rato que está quebrado, por ende, sale corriendo a Moscú y
Pekín para pedir dinero endeudando más a los venezolanos.
Saben que están perdidos. Nadie
puede, ni podrá, con un pueblo que sueña y que está decidido a hacer realidad
sus sueños, eso es lo que ocurre en Venezuela, el pueblo se despierta y se suma
a la lucha colectiva por un sueño que se llama: VENEZUELA LIBRE.
Twitter: @jdsolorzano
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