Cogito ergo sum-. En estos últimos 14 años se ha cacareado mucho
sobre el papel del pueblo, del poder de éste en las decisiones nacionales y su
protagonismo en el quehacer cotidiano, nacional y transcendental, aunque del
dicho al hecho vemos que hay un gran trecho porque el oficialismo sólo predica
y no hace.
Quienes vivimos bajo la doctrina
de una reivindicación social, quienes creemos que la justicia se alcanzará en
la medida que el amor venza las sombras del desdén y la indiferencia, quienes
enarbolamos las banderas de la caridad política como un modo de vivir en
sociedad, rechazamos el mensaje sin obras, la palabra sin acción.
Amar al prójimo es demostrarlo
con acciones concretas; la lucha por la verdad es sinceramente el camino para
alcanzar la justicia social y el convivir en armonía, no existirá jamás real
convergencia si no somos solidarios, más humanos y decididos practicantes de lo
que profesamos, de lo contrario seremos fariseos sociales o políticos.
La lucha por la verdad es la
inspiración de la caridad como modelo de acción pública, y aquí me detengo
brevemente para rogarles que no confundan este término con limosna porque
distan mucho debido a que éste es una acción aislada, aunque piadosa es poco
transcendental, mientras que la caridad se eleva a niveles de amor colectivo
sin medidas humanas sino divinas.
Lo social no está divorciado de
lo cristiano, ya desde su Santidad León XIII, con su Rerum Novarum, hasta la
actualidad, la doctrina social de la iglesia nos indica que el buen cristiano
debe no sólo ser solidario y defensor verbal de los necesitados, sino que tiene
que actuar en el campo político para alcanzar bajo un criterio de cristiandad
activa los cambios vitales en los Estados para incentivar la caridad como
mecanismos para edificar la civilización del amor que no es otra cosa que la
estructuración de una sociedad de hermanos, con justicia y libertad,
acompañamiento de prójimo y decidido progreso en armonía con la moral
cristiana.
Es decir, el cristiano debe
asumir su rol en la sociedad, el creyente debe creer decididamente que Dios es
amor y él debe retribuir con ese mismo amor las bondades que el Señor ha
creado, y que demostración más sincera de enamoramiento que estar en constante
acción por el bienestar de los más necesitados, de estar luchando por la justicia
y por el progreso bien entendido, que mayor demostración de amor que obrar día
a día en medio del apostolado político del servicio permanente.
Sí, el debate y la lucha social
es cada día más importante, debemos acortar las brechas sociales, aunque debemos
estar muy alertas en que nuestras acciones no perjudiquen más de lo que la
beneficien, la solidaridad no significa nivelar todos hacia abajo, como es la
finalidad comunista, sino hacia arriba permitiéndole a todos los ciudadanos los
mismos derechos y condiciones de progreso y desarrollo.
Lo social está históricamente
relacionado con lo cristiano, y ambos poseen una connotación moral. Quienes
amamos a Dios y al prójimo lo hacemos por deber cristiano, por compromiso moral
y por amor a aquellos que las condiciones de injusticia y desproporcionalidad
social los han llevado a vivir la peor parte de los ajustes socio-políticos.
¡Recordemos, siempre y
constantemente, que como hombres debemos mirar con misericordia y amor a
nuestros hermanos!
Hoy, en la modernidad
globalizante y deshumanizante, en ocasiones no vemos a los demás, a nuestros
prójimos, con amor o compasión sino que marginamos, golpeamos y humillamos,
estas son las obras que debemos cambiar para alcanzar el objetivo de una
sociedad de hermanos.
Twitter: @jdsolorzano
No hay comentarios:
Publicar un comentario