Cogito ergo sum (@jdsolorzano)-. Quien no tenga temor de Dios no
podrá servirlo ni a Él y al pueblo, por ende, los políticos que se llaman así
mismos ateos, no aman a la gente, sino que la utilizan para sus fines más
mezquinos.
Amar a Dios, es hacerlo con el
prójimo, defender al pueblo es honrar a la vida.
La política la debe mover la fe,
el compromiso, el servicio y el sentimiento de amor y respeto que debe inspirar
las almas de aquellos que están destinados a dar su vida por los demás y a
derramar todas sus fuerzas en procura de los demás.
El Dr. Rafael Caldera llegó a
decir esta frase: “la democracia cristiana
es llevar el Evangelio Jesús a la vida política”,
lo que es definitivamente cierto; los demócratas cristianos, los
socialcristianos, los partidos populares, y demás expresiones como los
nacionalistas creen en la fuerza de la fe para trabajar por la población.
La fe le da al alma la firmeza
necesaria para alcanzar los objetivos, para no desviarnos, para no traicionar
los sueños propios y colectivos; la confianza en el Señor, el respeto a su
voluntad, la certeza que Él lo sabe todo, lo puede todo, lo controla todo, nos
da la determinación necesaria para vencer las piedras que nos encontremos en el
camino.
El papa Pío XII sentenció que “después del sacerdocio, la política es la
forma más excelsa de apostolado” ,
quienes se dedican al mundo de la política sólo para satisfacer su ego, para acumular
fortuna, para engañar y humillar,
entonces le dan la espalda a verdad, la moral y la fe.
El apostolado político no es otra
cosa que mantenerse firme al lado de los pobres, al lado de la justicia, de estar al frente de
la línea de combate y darlo todo para que la verdad se imponga sobre las
tinieblas de la mentira y el desdén.
San Josemaría Escribá de Balaguer
aseveró un día que “el ya voy es el camino donde transita el nunca”, es decir,
que aquel que desee servir a Dios, al pueblo, a la sinceridad y a lo correcto,
jamás debe dejarse dominar por la “flojera”, el desdén o la indiferencia, de lo
contrario sería como el hipócrita que reza alabándose a sí mismo y no a Dios.
En cada rincón de nuestra amada
Venezuela, en cada municipio de Anzoátegui, en los sectores que conforman la
ciudad de Puerto La Cruz, al ver al pueblo con problemas y con necesidades,
debemos vernos a nosotros mismos, porque al decir que ellos son nuestros
prójimos afirmamos que ellos son parte de nosotros y nosotros de ellos, y su sufrimiento
es compartido.
En mi vida he sentido un arduo
amor por la justicia y el deber ser; defiendo en la medida de mis fuerzas, y de
aquellas que me otorgan la fe, al pueblo por eso siempre me he opuesto a
aquellos sistemas que rechazan a Dios, lo borran de un plumazo y con Él
eliminan administrativamente la compasión del cristiano y el amor del creyente.
Quien no ama no puede defender lo
querido. Quien no ama no cree en el Señor, quien no ama no podrá ser un buen
ciudadano, por ende, no podrá servir a los otros. Quien no tenga amor en su
pecho no comprenderá el sentimiento de saber que se contribuyó a que otros
mejoren, sin la necesidad que te den las gracias, porque de ello se encargará
Aquél que todo lo ve.
Uno de los hijos del expresidente
sostuvo que “Rafael Caldera amó a Dios y amó a Venezuela”, así debemos ser
nosotros eternos enamorados del Creador y de los pobres de esta tierra, del
pueblo.
Quien le da la espalda a los
necesitados, quien no tenga caridad en su corazón, jamás podrá ser un político
de verdad, será un mercenario, pero nunca un guerrero del apostolado del bien.
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