martes, 20 de febrero de 2018

Una batalla continuada

Cuando estudiamos el pasado y el presente, cuando analizamos bien los actores de la política nacional de ayer y de hoy, podemos llegar a una conclusión: hemos vivido una batalla continuada.

Sí, los venezolanos nos hemos hundido en una refriega incesante por más de 200 años. Una batalla permanente entre hermanos y que, por breves instantes, ha permanecido bajo perfil en una tregua no decretada por la sociedad.

Desde los tiempos del sistema colonial, con sus revanchismos y disputadas, con sus rígidos modelos de interacción social, hasta la actualidad se ha dibujado dos tipos de rivales sociales y políticos que se han debatido el poder.

Con la llegada de la Guerra de Independencia explotó en Venezuela un estado bélico de mayor carácter nacional que internacional, el perfil del enfrentamiento fue entre dos Venezuela separadas social y políticamente.

Quienes levantaron las ideas de la independencia, no fueron los venezolanos más pobres o marginados por el yugo español, sino por el contrario fueron aquellos blancos criollos, dueños de haciendas de cacao y del poder económico.

Los apellidos de los alzados en contra de la corona de España eran aquellos que vivían en grandes casonas y paseaban en el lomo de sus caballos por gigantescas planicies de su propiedad.

En cambio, muchos de los seguidores de la causa del rey eran venezolanos de bajísimos recursos, e inclusive muchos de los jerarcas de las tropas realistas eran españoles y canarios de baja ralea que desempeñaban los oficios más populares y cercanos al pueblo.

Así la casta pudiente venezolana gritaba libertad, mientras el pobre en su choza aún clamaba por los derechos de Fernando VII. Los llaneros, antes de seguir a José Antonio Páez, marchaban detrás de los comandantes realistas José Tomás Boves, Francisco Tomás Morales y de Yáñez, Rosete o Calzada.

Fue Páez, a raíz de la muerte de Boves, quien logró darle carácter popular a la Guerra de Independencia. Porque en los primeros años fue una batalla entre ricos y pobres, los primeros querían libertad y los segundos venganza.

El festín de sangre desatado por Boves y su gente, será la misma que más adelante protagonizará otro pulpero: Ezequiel Zamora. El caudillo liberal no levantará las banderas de Bolívar, Sucre o Anzoátegui, sino que harán suya las mismas proclamas vengadoras de las hordas de la "bovera".

La Guerra Federal fue una continuidad de la Guerra de Independencia, la cual se extenderá con revueltas, golpes de estado y revoluciones por todo el siglo XIX y parte del XX. Y, salvo la época del régimen de Juan Vicente Gómez, los dos partidos o grupos históricos, con distintas denominaciones, se enfrentarán hasta el final.

Hoy, aquellas devastadoras legiones de hampones sanguinarios de Boves y de Zamora, reaparecen bajo el nombre de Revolución.

Los mismos instintos de venganza y destrucción que les dieron personalidad cruel y despiadada a las  tropas realistas primero y federales después, son las mismas que han movido a Hugo Chávez y Nicolás Maduro.

Nada ha cambiado en todos estos años. Y, así como las hordas de Boves, muerto el Urogallo, se fueron detrás del siguiente hombre a caballo, y sin mucho pensarlo se pasaron de bando, así ha acontecido a lo largo de la historia nacional.

Pedro Camejo, el gran "Negro Primero", estuvo bajo las órdenes de "Ñaña" Yáñez, defendiendo los colores de España, para después ser héroe de la causa independentista. De esa misma forma, los conservadores venezolanos se "vistieron de amarillo para que no los reconocieran".

Así los detractores de AD se volvieron adecos, y los adecos chavistas. Y, en este momento, más de un antiguo "patria o muerte" se hace el desentendido cuando lo llaman "camarada".


Venezuela fue y sigue siendo un  campo de batalla, una lucha permanente entre dos grupos sociales y políticos que parecieran nunca reconciliarse y que se batirán en todos los escenarios mientras exista nación.

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