Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. “Señores,
el pasaje es a 700 bolívares así digan lo que digan. Y chillen lo que chillen”,
así un colector de un autobús de la ruta Puerto La Cruz-Barcelona trataba a los
usuarios que entre empellones se esforzaban en abordar la unidad de trasporte
público.
Y mientras esto ocurría
en medio de una calle, donde el chófer del bus se mal estacionó, arriba de la
acera, justo al frente de un cajero se escuchaban otras expresiones.
“Malaya sea este
gobierno. Ya se acabó la plata dentro del banco y en estos cajeros. Es que nos
quieren matar de hambre y por la escasez de efectivo”.
Un poco más allá, en la
parte trasera de un lujoso restaurant, una familia, integrada por papá, mamá y
unos tres hijos, se echó desesperada contra unas bolsas de desperdicios que
recién habían sacado de las instalaciones del centro de comida.
Rompían lo que se
interpusiera entre ellos y el contenido de aquellas bolsas, y se llevaban a la
boca todo aquello que parecía comestible y que pudiera pasar por sus gargantas.
A su alrededor pasaban
parejas, y personas en solitarios que se rehusaban a detallar la dantesca
escena y otros que asombrados cuchicheaban
mientras le lanzaban furtivas miradas.
Así fue transcurriendo
aquel día, que puede ser cualquiera en estas jornadas en medio del caos que
padece nuestra amada metrópolis.
Es el hambre, la
inflación, la carencia de efectivo los problemas que se van agudizando en la
medida que avanzan los días y diciembre empieza a tocar la puerta de miles de
familias que no saben qué hacer con las festividades.
Otro de los aspectos que
se escuchen en las calles de Puerto La Cruz y Barcelona es el miedo existente
entre los venezolanos ante el inminente incremento de la delincuencia.
“Ya viene diciembre y
ahora sí que vamos a ver robos por todas partes. Los malandros vendrán a buscar
sus estrenos y regalos de navidad a costilla de nosotros, los trabajadores”,
frases así se repiten en las colas de las panaderías y de las entidades
bancarias.
Otro comentario típico,
e inclusive repetitivo, es aquello de que “esto no lo aguanta nadie vale”.
El malestar social se
extiende por todos los rincones de nuestra área metropolitana. No he escuchado
ni a una sola persona que se refiera de forma positiva al desempeño del
gobierno o que muestre esperanzas con relación a lo que estamos viviendo.
Otro de los aspectos que
más encoleriza y/o los entristece a los venezolanos es que para cada vez más
connacionales estás serán unas navidades incompletas.
Sí, unas navidades
mochas. Y no por la carencia de las hallacas, que serán muy difíciles de hacer
este año, o por la ausencia del pernil o del pan de jamón, ambos se encuentran
impagables, sino por la separación de las familias.
Hermanos que se han ido,
hijos que han buscado mejores expectativas en otros países. Esta separación es
lo que más causará molestia a los venezolanos.
Aunque el éxodo nacional
lleva varios años, en los últimos meses el incremento de partidas se ha
disparado de forma sorprendente y escandalosa.
Todo este escenario dibuja una realidad que le
puede explotar al régimen de un momento a otro.