Cogito ergo sum-. Permítanme
apreciados lectores cambiar un poco la temática acostumbrada en estos ensayos
reflexivos que llamamos artículos de opinión. En esta oportunidad quisiera
abordar otro de los temas, que junto a
la política, la comunicación, las redes sociales, la poesía, el boxeo y la
filosofía, me apasiona, es decir, trataré en las siguientes líneas sobre
teología.
Para los cristianos en
general, seamos católicos, protestantes, ortodoxos, coptos, del rito oriental u
occidental, entendemos la noche entre el 24 y el 25 de diciembre como el
momento de la sagrada encarnación de Dios Todopoderoso.
Este 24-25 de diciembre
Dios se hizo hombre para a su vez derramar su propia sangre en la expiación de
nuestros pecados.
En Navidad recordamos el
Divino momento en que Dios en su infinito amor hacia la humanidad se hace
hombre de carne y hueso, uniendo para siempre lo Sagrado con lo humano.
La Navidad nos trae
muchas enseñanzas teológicas que deben orientar nuestra existencia como hijos
de Dios y que deben inspirarnos y motivarnos para ser cada día mejores
cristianos.
Con el nacimiento del
Niño Dios, nuestro Creador optó por la entrega total hacia sus amados hijos. Él
en su poder absoluto tomó el camino del hombre para demostrarnos que el amor
máximo, que la caridad, y devoción es el camino hacia la redención del alma.
Dios nos ama tanto que
envía a su Único Hijo Jesucristo, que es Él mismo convertido en hombre, para
redimir con su sangre, con su pasión y sacrificio todos los pecados pasados,
presentes y futuros.
Y nos dan con la
Natividad más lecciones. El Rey de Reyes, el Hijo de Dios, nos nace en un
humilde pesebre de Belén, el amadísimo Hijo de Dios, llega a la vida en el
estado más pobre y es ante Él que llegan los Reyes Magos, representando el
poder humano, apostarse ante Él.
Y nace Dios-Hombre en
medio de una cruel persecución de Herodes y de sus asesinos, nace siendo
hostigado por los temores humanos que se expresan cuando sucumbidos ante el
poder terrenal, las mieles del cuerpo y las bajezas del alma: la codicia, la
avaricia, la envidia, el odio, y demás expresiones de las flaquezas humanas.
El Niño Jesús emerge a
la vida en un establo, en una noche donde una estrella iluminaba el firmamento.
Esta misma luz que Dios todas las noches y días de nuestras vidas coloco al
frente de nosotros para guiarnos como lo hiciese con los Reyes Magos.
La naturaleza humana no
es mala, ni tampoco buena. Al hombre se le otorgó la capacidad de
discernimiento, Dios en su amor nos ha permitido vivir en el libre albedrío,
son nuestros actos u omisiones, nuestros impulsos y reflexiones los que nos
determinan en la vida.
La Navidad, más allá de
los detalles de nuestros actos buenos o malos, nos permite reflexionar sobre
nuestra vida pasada y futura, nos invita a conversar íntimamente con el Señor y
mejorar nuestra relación con Él.
En estas fechas que a
veces llenamos de regalos, brindis y comilonas, debe ser una época de encuentro
con Dios, de análisis profundo de lo que somos y de lo que deberíamos ser.
¡Feliz Navidad para
todos!
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