Cogito ergo sum-.
A raíz de la agresión sufrida por
algunos colegas comunicadores en las inmediaciones de la sede del Consejo
Nacional Electoral (CNE) en la ciudad de Barcelona, es necesario recordar que
nuestra loable profesional es un apostolado que tiene mucho que ver con el
sacrificio y con la labor misionera que
es informar.
Los periodistas que
ejercen el diarismo son como esos sacerdotes misioneros que se lanzan al mundo
a llevar la nueva buena. Ambos padecen los embates de los radicales y llevan
adelante una tarea social y humana importante.
En esta hora debemos
recordar las palabras que San Juan Pablo II nos regaló en el marco del Jubileo
de los Periodistas. En aquellos días el Santo Padre realizaba la comparación
entre los sacerdotes y los comunicadores, y aseveraba que los medios de
comunicación y la Iglesia deben “caminar juntos”.
Su Santidad afirmó que “el
mundo del periodismo vive un tiempo de profundos cambios. La proliferación de
nuevas tecnologías llega ya a todos los ámbitos e implica, en mayor o menos
medida, a todos los seres humanos. La globalización ha aumentado la capacidad
de los medios de comunicación social, pero también ha acrecentado su exposición
a las presiones ideológicas y comerciales. Esto os debe inducir a vosotros,
periodistas, a interrogaros sobre el sentido de vuestra vocación de cristianos
comprometidos en el mundo de la comunicación”.
Qué oportunas son estas
palabras en este momento. Los periodistas venezolanos debemos tener claro que
nuestra responsabilidad es con los ciudadanos, con la tarea constante de
informar con la ética y el compromiso que les debemos a nuestros lectores,
radioescuchas o televidentes.
Como buenos cristianos
tenemos que poner “la otra mejilla” y seguir adelante en nuestro camino de
apostolado por la verdad y la información.
La violencia desatada
por los agresores de los periodistas es protagonizada por los nuevos soldados que
imitan a aquellos que persiguieron, azotaron y vejaron a los primeros
cristianos. Por encima de ellos, cada uno de nosotros, periodistas y
comunicadores, tenemos el compromiso de superar el valle de espinas de la
intolerancia para arribar a la meta de la verdad.
San Juan Pablo II nos
decía que: “Con su influencia amplísima y directa en la opinión pública, el
periodismo no se puede guiar únicamente por las fuerzas económicas, por los
beneficios y por los intereses particulares. Al contrario, hay que sentirlo como
una tarea en cierto sentido sagrada, realizada con la conciencia de que se os
confían los poderosos medios de comunicación para el bien de todos y, en
particular, para el bien de los sectores más débiles de la sociedad: los niños,
los pobres, los enfermos, los marginados y discriminados”.
Ante la presión de
aquellos que a través del poder desean silenciar nuestras voces, apagar los
micrófonos, romper las cámaras y derramar las tintas de nuestros lapiceros,
debemos erigirnos como verdaderos predicadores de la verdad de los hechos,
llevando las noticias a todos aquellos que están ansiosos de conocer la verdad
de lo que nos rodea.
Hoy rezo, más que nunca,
por la labor que cotidianamente llegan mis colegas reporteros. Elevo una
oración por la protección de cada uno de mis compañeros de calle, para que el
Señor en su infinita voluntad los ampare.
Dedico estas líneas a
todos los periodistas, comunicadores, fotógrafos y camarógrafos, sobre todo a
todos aquellos que trabajan en nuestra amada ciudad de Puerto La Cruz y en todo
nuestro grandioso estado Anzoátegui.
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