Cogito ergo sum-. Los
venezolanos no podemos olvidar que tenemos un Presidente de la República que es
paracaidista, que por años se entrenó en el arte o en la ciencia de caer bien
en algún sitio preciso que dicta el esquema bélico o la táctica del momento,
por eso no es extraño que hoy sus candidatos en las regiones sean de la misma
circunstancia.
Los paracaidistas del presente no
tienen nada que ver con aquellos paracaidistas que con uniformes verde oliva,
con las caras pintadas, y las boinas rojas
intentaron tomar a la fuerza el Palacio de Miraflores aquel 4 de febrero
cuando amaneció de golpe. Los de hoy son distintos son de franela carmesí, de
discursos totalitarios y recién llegados a territorios “hostiles”, de los
cuales no hicieron ni siquiera un análisis previo del terreno.
Los abanderados del oficialismo
son paracaidistas sociales, recién llegados, forasteros políticos e invasores
dentro del mismísimo partido de gobierno en las regiones, porque una cosa es
ser líderes caraqueños o ¿nacionales? y otra, muy distinta, es venir a imponer
ideas, criterios, posiciones y pisotear en los estados los natos voceros de las
organizaciones políticas.
El paracaidismo político, nueva praxis
social de la vida pública, que sin duda alguna empezó a dar sus primeros pasos
en la mal llamada cuarta república, pero que consiguió el caudal de su
expansión y crecimiento en el socialismo del siglo XXI, debe entenderse como la
modalidad de trasladar pensamiento, pasado, y hasta partida de nacimiento de un
estado a otro para beneficiar algún candidato del partido en el gobierno.
Nuestro presidente paracaidista,
quien según cuenta se ufanaba en sus tiempos en el Ejército de ser un buen saltador, ¿será por ello que desde la campaña
presidencial viene aupado a que varios dirigentes políticos empiecen sus
carreras de paracaidistas saltando talanqueras?, se nos presenta con un equipo
de bates quebra’os en las regiones, de candidatos que no representan la esencia
regional, sino que son hijos legítimos del centralismo opresor y de la mayor
acumulación de poder político desde los tiempos del benemérito Juan Vicente
Gómez.
Estoy totalmente seguro que los
anzoatiguenses, como los tachirenses, guariqueños, trujillanos, y paremos de
contar por la lista de estados invadidos por candidatos extranjeros es
demasiado larga, no se calarán que estos impostores de liderazgos, éstos creyentes
de escapularios ajenos, se conviertan en
virreyes del socialismos del siglo XXI, en enviados de Miraflores para terminar
de imponer una visión sectaria, totalitaria y antidemocrática de la vida
nacional.
Aquí en Anzoátegui Aristóbulo
quien es el peor en calificación entre todos los candidatos impuestos y
forasteros del oficialismo, sólo aventajado por el ya descabezado Hugo
Cabezas, es sinónimo derrota, porque
como ya vienen diciendo a través de las redes sociales “cada Aristóbulo tiene
su Antonio”.
Les auguro a la mayoría de los
invasores electorales, a la mayoría de los candidatos visitante o turistas que
tendrán un final triste, que poseerán en su currículo vitae un revés histórico,
porque entenderán que una cosa es trasladar a un candidato y otra muy distinta
es hacer trasfusiones de liderazgos y endosos de votos.