Sin duda el oficialismo entra en su "Armagedón". A un gobierno cuando en plena campaña electoral se le caen los puentes, las alcantarillas de las carreteras ceden, los ríos se desbordan por doquier y explotan las principales industrias estatales, estamos en presencia de que el destino activa en su contra.
El presidente-saliente se parece a ese poema de Alberto Arvelo Torrealba que dice: "La noche a jugar conmigo/ se sentó en los arenales: / mi dicha apostando a suerte/ mi pena echó puros ases". Debido a que en las últimas horas el hombre de la boina no pega una.
El candidato de la unidad democrática, Henrique Capriles Radonski, dijo en su inscripción ante el Consejo Nacional Electoral que "el tiempo de Dios es perfecto", y luce, ante la evidencia de los hechos, que el Supremo se montó en el autobús del progreso y no de pasajero sino manejando el colectivo.
Los episodios que lastimosamente han enlutado al país, las pérdidas humanas en Amuay, Cumanacoa y otros rincones del país son la demostración de que poseemos un Gobierno que no prevé emergencias y que su responsabilidad, gigante por demás, es mínima en la acción real de la gestión pública de los actuales cabecillas del Estado.
Todos los sucesos se están
encadenando uno al otro y se está tejiendo las condiciones para que el actual
régimen pierda las elecciones y que nazca de un liderazgo nuevo que lleve a la nación hacia el camino de
progreso social, humano, económico y político para el pueblo venezolano. Para
parafrasear a Murphy podemos decir que: tranquilos
lo que va a pasar, pasará.
Tocan las trompetas del
Apocalipsis del oficialismo, ya no tardan en salir a galope los jinetes
apocalípticos rumbo a ponerse a salvo en las aguas caribeñas de la Habana, ante
la eminente derrota en las urnas. No tarda en aparecer los "mea culpa" de una serie de actores
políticos que ayer fueron verdugos, pero que se convertirán en llorosos e
indefensos ciudadanos que gritarán por todos lados su "equivocación"
y pedirán que sean expiadas sus culpas revolucionarias.
Entre los oficialistas hay
algunos que niegan la realidad, mientras que otros conscientes de todo aquello
que los rodea empiezan a emigrar hacia tierras que pudieran recibirlos. Éstos
son algunos de los millones de venezolanos que saben que hay un camino y ya
empezaron a recorrerlo.Ante esta realidad de negación y deserción el mandatario saliente se ve fuera de foco en sus apariciones públicas, en la única concentración donde lucía jovial fue en Cumaná, a pesar de las inundaciones que ahogaban a Cumanacoa. Todo esto es parte del clima de tempestad que se posa en el cielo del Gobierno, mientras que en la otra acera, donde están los defensores del progreso, va aclarando la mañana.
Ya tocaron las trompetas del fin del mundo para el oficialismo, falta muy pocos días, el ocaso le está llegando a este régimen.