Cogito ergo sum (Puerto
La Cruz)-. ¿Cuánto cuesta la extracción de una muela?
¡Barato! 30 dólares cada una. ¿Cuánto me dijo que era el valor de ese curso?
Unos 15 dólares que no enriquecen ni empobrecen a nadie.
Definitivamente la
economía venezolana está dolarizada. Si quieres comprar unos cauchos para tu
carro, no los encuentras cotizados en bolívares. E incluso las consultas
médicas las están realizando con “dólares en la mano”.
Todo está dominado por
la moneda del “imperio”, todo salvo los menguado y raquíticos sueldos de los
venezolanos.
La economía venezolana
ya no se mide en bolívares llámense estos fuertes, soberanos o bolívares de los
viejos, sino que su dinámica, hoy más que nunca, la mide el Dólar.
Ni siquiera el Petro
puede suplantar la influencia de las populares “lechugas”. Nicolás Maduro en su
terquedad histórica y anticapitalismo dogmático ha tratado de crear sustitutos
del Dólar, como por ejemplo en rublo ruso, las rupias de la India o los yuanes
de China, pero nada de esto ha servido.
En su desespero habló de
la comercialización del petróleo venezolano en euros, pero ni esto pudo detener
el crecimiento del flujo de dólares en la sociedad venezolana.
Cuando algunos analistas
económicos y dirigentes políticos hablan de la necesidad de la dolarización de
hecho y de derecho de la economía nacional, dan justo en el clavo. Esta es la
única forma de salvar la economía nacional.
Si los venezolanos
empiezan a obtener por sus trabajos, productos o servicios dólares, si podrán
ganar lo suficientes para vivir bien, y esto significa comer, vestirse,
educarse, recrearse y ahorrar como Dios manda.
Lo cierto es que
mientras la izquierda siga en el uso y ejercicio del poder, no existe la
posibilidad de superar la grave situación que padecemos en este momento en el
país.
A la hora de redactar
este artículo de opinión el kilo de carne está en 900 bolívares, el queso es
incomparable y el pollo está por las nubes. Lo paradigmático de todo esto es
que para el Gobierno y para los más férreos de sus seguidores no todo está tan
mal, y las problemáticas actuales son producto de la guerra económica.
Aún me acuerdo cuando
los seguidores de la revolución tenían la desfachatez de aseverar que “a mí no
me importa el precio del Dólar porque yo no gano en dólares”. Semejante
demostración de demencia no se ha visto en otra parte del mundo.
La dolarización es real,
la vemos en los consultores, en los talleres, en los automercados, en todas
partes. Aquí nadie quiere hacer nada si no le pagan en dólares; y lo más triste
de todo esto es que son los propios enchufados los que tienen mayor acceso a
bienes y servicios, en comparación al resto de la sociedad, porque son ellos los
que sí tienen capital en monedas extranjeras.
Esta es la diferencia
entre el dirigente socialista y el capitalista. El socialista quiere vivir bien
él, y dejar al pueblo en la miseria; el capitalista quiere vivir bien y que el
resto de la humanidad también viva bien. Así de simple.